La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"La vida es bonita si sabes llevarla"

César Torrijos, que hace un año estuvo viviendo bajo un puente de La Fresneda, ha emprendido una nueva etapa: "A veces quiero morir, pero sé que es posible ser feliz en silla de ruedas"

La nueva vida de César Torrijos

La nueva vida de César Torrijos

Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.

La nueva vida de César Torrijos Noreña, Pablo ÁLVAREZ / Amor DOMÍNGUEZ

"Me fui a vivir debajo del puente de La Fresneda porque estaba muy enfadado con el mundo entero", afirma César Torrijos Jiménez rememorando lo que vivió entre finales de junio y principios de julio del año pasado. Ha pasado un año, y su vida parece haber cambiado de sino. Sufre "altibajos" en su estado de ánimo. "Tan pronto quiero vivir como quiero morir", confiesa. Acto seguido, precisa: "Mañana prefiero amanecer vivo". Este ovetense de 48 años, amante de la lectura y de la música, muy educado y de rico vocabulario, recibió a LA NUEVA ESPAÑA en un hotel-restaurante de Noreña, cercano al centro residencial Hevia Accem Arbeyal, emplazado en Hevia (Siero), donde está acogido desde hace siete meses.

Lo que sucedió el verano pasado. "Me fui a vivir debajo del puente de La Fresneda porque estaba muy enfadado con el mundo entero. Estaba cansado de vivir en una silla de ruedas desde hace casi 30 años. Dejé de tomar la medicación, el antirretroviral, el sintrom, las pastillas para evitar los espasmos musculares... Podía haberme quedado allí. Si me hubiera muerto, no me habría importado mucho. Cuando fue a verme el párroco, le enseñé los 500 euros que tenía, para que entendiera que lo que pedía no era una pensión para vivir o algo de comida. Estuve en Gijón, en el albergue Covadonga, y desde allí me llevaron a Oviedo, al albergue Cano Mata Vigil... Estoy en silla de ruedas desde los 19 años por una polineuropatía bilateral degenerativa, causada por una infección".

La buena gente. "Estuve debajo del puente casi un mes. Los medios de comunicación tardaron en descubrirme porque me quedaba todo el día en el Carrefour, y no me iba al puente hasta las diez de la noche. Nunca pensé que iba a visitarme tanta gente: un médico del HUCA que me lleva, que vive en La Fresneda, un funcionario de prisiones importante... La gente que pasaba en coche me dejaba comida. Yo ya tenía comida, pero no quería comer. Tenía dinero. Pero no quería saber nada de nadie. Me cegué. Fue una época muy dura".

U na infancia desgraciada. "Mi infancia y mi juventud fueron muy complicadas, una casa de Ventanielles (Oviedo), nueve bocas que mantener, un barrio conflictivo, lleno de drogas, sin nadie que me diera un buen consejo. Así y todo, no empecé a consumir hasta los 22 años. La suerte es que nunca me pinché. Tengo buena memoria. Recuerdo los nombres y apellidos de muchos amigos de aquella época que murieron con 19 o 20 años. Todavía no había antirretrovirales para el tratamiento. Caían como moscas".

Música y drogas. "No empecé a consumir antes porque teníamos un grupo de música, 'Astipentali', que significa amor, paz y libertad. Hicimos actuaciones. Yo era vocalista y tocaba la caja acústica. Llegaron a ofrecernos grabar un disco. Pero mis compañeros se drogaban, aquello se acabó y me dejé ir...".

Intentos de suicidio. "Estuve en la cárcel, pero siempre por delitos menores. El primer intento de suicidio fue cuando los médicos me dijeron que no volvería a caminar. Todavía hoy me cuesta admitirlo. Rulé de sitio en sitio. Tenía dinero y me gusta viajar: Madrid, Barcelona, Sevilla, Galicia... Aparte de cobrar una pensión no contributiva tenía algunos ahorrillos de la época del grupo musical".

Vivir de milagro. "Estoy vivo de milagro. Cien por cien. He hecho tantas barbaridades para quitarme de en medio... Sólo le he hecho mal a mi propio cuerpo. En 48 años que tengo nunca le he levantado la mano a nadie, nunca me he pegado con nadie, siempre he respetado...".

Un golpe de fortuna. "Mi gran suerte ha sido conocer el centro en el que estoy ahora. Me dan la libertad que necesito. Hablando las cosas, me tratan con flexibilidad. Pero hay momentos en los que me deprimo. Es muy importante que, además de recibir ayuda, te ayudes a ti mismo. Llevo siete meses, me valgo por mí mismo. Soy muy tozudo para encontrar soluciones. Sólo tomo cuatro pastillas, pero son muy importantes. No sé qué pasaría si las dejara".

Rutinas y aficiones. "Voy al gimnasio, a talleres de habilidades sociales, juegos de mesa, me gusta mucho la lectura... Leo siempre la Biblia, y ahora estoy con 'Corazones en la Atlántida', de Stephen King. Me gusta escribir, estoy escribiendo bastante... Canciones... Se las regalo a las compañeras... '¿Te gustaría que te escribiese una canción?'. 'Me encanta'. Y se la escribo... Pero cuando me vengo abajo...".

Los malos momentos. "Tengo momentos de soledad. Algunas noches pienso que me gustaría no amanecer. No se lo pido a Dios, pero lo pienso... Esos pensamientos no pueden conmigo porque saco mi fuerza interior. No sé si tengo al ángel Gabriel sujetándome o al de arriba, que dice 'todavía no es tu hora'... Tan pronto quiero vivir como quiero morir. Tengo muchos altibajos. Pero también digo que se puede ser feliz en silla de ruedas. Mañana prefiero amanecer vivo. Y tengo a mis hermanas, y quiero ver crecer a mis sobrinos... La vida es bonita si sabes llevarla. Otra cosa es una vida como la que llevaba antes".

Carencias afectivas. "Nunca he tenido cariño. Por desgracia, mi brazo derecho es la tristeza, y el izquierdo la soledad. De niño no supe lo que era celebrar un cumpleaños, lo que eran unos Reyes... Eso duele. Estando en silla de ruedas, ¿cómo voy a vivir con mi madre, de 82 años, en un primero sin ascensor?".

El futuro. "Ojalá el año que viene me hagáis otra entrevista y os diga que la vida es muy bonita y que merece la pena vivirla".

Compartir el artículo

stats