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CARLOS PRENDES | Primer olímpico de Candás, en México 68, pregonero de las Fiestas del Cristo

"Las medallas olímpicas están en el cajón, lo que importa es ser una buena persona"

"El Cristo de Candás era como una 'romeriona' gigante" "Siento una emoción grandísima por el pregón; es un honor, a ver si me pasan los nervios"

Si Candás se puede llamar hoy "Villa de Olímpicos", es porque Carlos Prendes (Candás, 1940) puso la primera piedra hace 50 años. Él fue el primero en 1968, en México, compitiendo con el país azteca. Además, es uno de los fundadores del club de piragüismo "Los Gorilas", un referente del deporte y de Candás. Hoy mismo ejerce de pregonero de las fiestas del Cristo de este año (21 horas).

- ¿Cómo se siente a menos de 24 horas de ser pregonero de su pueblo? (la entrevista fue realizada ayer)

-No sé explicarlo. Una emoción grandísima. Y una falta de méritos, que no tengo. Estoy emocionado y muy nervioso.

- ¿Cómo elaboró el pregón?

-No consulté a nadie y lo hice a mi manera para que sea más espontáneo. Me corrigieron mi mujer y mi nieta, pero lo he hecho a mi manera, de la forma más sencilla y como más lo siento.

- Algo de deporte habrá...

-Igual me pasé un poco con el deporte, pero ¡qué hago! Soy deportista. Pero bueno, mitad y mitad. Fue mi idea, no consulté si estaba bien o mal. Me corrigieron algún detallín, pero va repartido el tema. Un poco de la fiesta, del tema religioso. 20 ó 25 minutos para que la gente no se aburra de mí. A ver si se me pasan los nervios.

- Usted abrió la lata del olimpismo en Candás.

-Era impensable. Fui el primero de Carreño, del Cabo Peñas. Me emociono. Quién pensaba que iba a pasar esto cuando empezamos, que no sabíamos ni coger la pala. Cincuenta años después, el "Los Gorilas" es el que más títulos tiene de España. No hicimos nada extraordinario, pero fue la semilla. Siempre me gustó el deporte y no me costó trabajo. Lo que gusta no cuesta trabajo, al contrario, un sacrificio sería no entrenar o no competir. Todos los días entreno una hora y media o dos horas.

- ¿Qué le dice la gente?

-Se me pone la carne de gallina, vas por la calle y te dan palmadas, te llaman? Me emociono, soy muy sentimental. Las niñas que entreno del voleibol también me felicitan y los veteranos de mi época sé que me quieren. Tengo recuerdos maravillosos.

- ¿Nota el aprecio de sus vecinos?

-Sí, es una satisfacción y orgullo. Me emociono al ver que la gente me quiere. El deporte te enseña a tener amigos y que la gente te quiera. Sé que en el pueblo me quieren. El deporte me ayudó a luchar en la vida. Siempre digo a los chavales que entreno que el deporte es una asignatura. No es ganar ni perder, es ser buena persona. Esos son los buenos recuerdos del deporte. Las medallas las tengo en un cajón, lo que queda es lo otro, luchar, ser educado, respetuoso, es lo principal y lo que más aprecio a esta edad.

- ¿Cómo vivía las fiestas del Cristo en su juventud?

-Ya digo en el pregón que era más trabajo que fiestas. Éramos cuatro hermanos y en fiestas había que trabajar, eran los días del año que más trabajabas. Además nunca fui muy fiestero, era tranquilón, el tranquilo de la pandilla. Ahora soy puro nervio. Una transformación que también se debe al deporte. No era muy verbenero. Iba, pero no? Me acuerdo de las procesiones, de la gente que venía de fuera, que no iba a los restaurantes y comía por los praos, era como una "romeriona" gigante. Me acuerdo de los que iban descalzos detrás de la procesión. Detallinos de guaje, pero no era muy fiestero.

- ¿Satisfecho?

-Es un honor, no me lo creo. Cuando me lo dijo Amelia, la alcaldesa, le dije "tú estás chiflada, cómo voy a dar yo un pregón, quién soy yo". Pero al lío, venga. Y la gente me lo reconoce por el pueblo. Me dicen que ya era hora. Eso vale más que todas las medallas y todo el dinero del mundo. Claro que es un honor. Y es lo que más me gusta y emociona. Me siento recompensado por la gente, es increíble. Estoy orgullosísimo y muy agradecido a todos los candasinos.

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