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"Temo las secuelas psicológicas", dice la madre de la niña atacada por un bóxer

La pequeña, con un centenar de puntos de sutura por las heridas, afirma que el can le mordió fuera del recinto del parque canino de La Fresneda

Un cartel que expone las normas a seguir por los dueños de perros en el parque canino de La Fresneda. A. F. V.

La niña de 10 años atacada por un perro en las inmediaciones del parque canino de La Fresneda en la tarde del sábado evoluciona "favorablemente" de sus heridas. Así lo asegura su madre, Violeta Fernández, aún con el susto en el cuerpo tras un suceso "que pudo ser todavía peor". Afirma que la pequeña ya tiene "mejor humor" tras la agresión y que afronta con buena predisposición la recuperación de unas heridas que le han dejado un centenar de puntos de sutura tras las 26 dentelladas que le dio el bóxer, según ha contado la menor a su madre, "asestadas fuera del parque canino". Ahora, y con una recuperación por delante para la que no se marcan plazos, la progenitora sólo espera que todo salga bien: "Lo que más me preocupa es que le queden secuelas psicológicas", confiesa.

Según el relato de Fernández, la niña ha explicado que el ataque tuvo lugar cuando se encontraba jugando con unas amigas en las proximidades del parque canino, pero fuera del mismo. En ese momento, la pequeña asegura que el perro, suelto, iba corriendo hacia ellas desde el oeste, desde la zona más cercana al centro comercial.

Fue entonces cuando, siempre según el relato que traslada la progenitora, el bóxer se abalanzó sobre la menor y comenzó a atacarla. Primero le mordió en la barbilla. La niña, en el suelo y bajo el can, protegió inmediatamente su cara con el brazo izquierdo. Fue entonces cuando el animal le asestó una profunda dentellada en el antebrazo. En ese momento, todavía a merced del perro, éste comenzó a morderle en las piernas, que se llevaron la peor parte y donde el animal se cebó hasta que un vecino de la zona logró quitárselo de encima a la niña.

El brutal ataque se saldó con un centenar de puntos de sutura por el cuerpo de la niña, alguno de ellos internos, y tres heridas especialmente profundas: dos en las piernas y una en el brazo, además de numerosos moratones y fuertes golpes en sus extremidades inferiores. "Está más animada, pero no puede caminar", explicaba ayer su madre al otro lado del teléfono desde el que habla pegada a la camilla del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en la que permanece su hija, de la que no se separa desde el sábado.

De momento, y tal y como les han transmitido los médicos, la recuperación de la pequeña no será rápida. "No nos dan plazos", dice Fernández, quien lamenta que la niña tendrá que perderse varios días de colegio.

Pero más que los dolores y cicatrices, lo que más preocupa a la progenitora son las secuelas psicológicas que le puedan quedar. "Es una niña que ama los animales. Tenemos un gato y se pierde por él", asegura Fernández, quien ahora teme que pueda coger miedo a los perros. "Tiene una pandilla muy guapa y no me gustaría que ahora tuviese miedo a jugar por ahí", lamenta.

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