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La carne llega más lejos en Noreña

Los investigadores de la villa facilitan la exportación al triplicar la vida útil de los productos con nuevas técnicas de envasado que restan aditivos

Natalia Prado en el laboratorio de Asincar en Noreña. A. I.

La industria cárnica siempre ha sido una de las más pujantes en Noreña. El sabadiego, el picadillo y todos los derivados del cerdo son productos estrella, señeros para la industria de la Villa Condal. Ahora, gracias a a la Asociación de Industrias Cárnicas (Asincar), las empresas asturianas pisan fuerte en el sector. Sus nuevas tecnologías de envasado han conseguido duplicar y hasta triplicar la vida útil de los productos empaquetados y a su vez reducir los conservantes añadidos a los mismos.

"Esta es una de las líneas principales de trabajo en nuestro laboratorio. Así conseguimos que las empresas puedan exportar más y mejorar la rentabilidad en la producción", señala Pelayo González, director de esta instalación, una pequeña parte de sus modernas instalaciones.

La carne fresca, marca de la casa de Noreña, "tiene una vida útil muy corta, de unos cuatro días", explica González. Desde hace un tiempo, la necesidad de ampliar estos límites ha llevado a los biólogos y químicos del laboratorio de Asincar a "estar atentos a las nuevas innovaciones tecnológicas y aplicarlas a la gran cantidad de empresas que nos solicitan ayuda", explica González.

Una vez detectan técnicas cuya aplicación puede resolver las necesidades planteadas por sus clientes, llega el momento de testarlas. "Probamos en la planta piloto con fabricaciones experimentales y así podemos comprobar de verdad su eficacia", comenta González.

De esta manera han conseguido dar respuesta a uno de "las grandes retos" que les planteaban sus asociados, "aumentar la vida útil de los productos". Para ello han recurrido a dos nuevos métodos de envasado. "La vida útil de la carne fresca en venta es de unos cuatro días normalmente. Nosotros, gracias a las tecnologías de envasado en atmósfera modificada, conseguimos que ese producto pueda aguantar 10 días. Hablamos de más del doble", comenta Natalia Prado, responsable del laboratorio de la asociación,

La revolución no se queda ahí. Muchas de las empresas del sector "están muy interesadas en aumentar sus exportaciones. Esto implica transportar grandes cantidades de su producto a puntos lejanos geográficamente, con sus dificultades a la hora de conservar un producto de tan delicada naturaleza.

"Hay otra tecnología de envasado que nos ayuda a implementar más el proceso", añade Prado. En este caso, pueden llegar a conseguir una duración de "catorce o quince días", casi cuatro veces más de su vida útil usual.

"Utilizamos lo que se llama envasado en 'skin'. Como si fuera una segunda piel. Son este tipo de empaquetados en los que el film plástico, que envuelve el producto, se pega totalmente a lo que recubre", detalla Prado, que abunda: "De esta manera se consigue llegar al medio mes de duración y, aparte, un resultado agradable estéticamente".

Otro de los problemas que elimina es la necesidad de añadir tantos conservantes. "Conseguimos reducir las 'e' de los productos. Lo que se llama el 'clean labeling' (etiquetado limpio), en el que ya no se tienen que citar una gran ristra de aditivos", celebra González, que asegura que "la gente lo prefiere así, es un producto más natural".

En el laboratorio de Asincar, donde se aplican todas estas novedades a la industria cárnica asturiana, trabajan ocho personas, que han conseguido aumentar exponencialmente la competitividad de este sector industrial. "La importancia que tenemos deriva de nuestra cercanía a las empresas. En la zona central se concentra la mayoría de este sector", sentencia el director del laboratorio.

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