Siero tiene que adaptar su futuro modelo urbanístico al reparto desigual de la población en el concejo. Es un municipio de contrastes, pues mientras los núcleos urbanos (Lugones, la Pola, La Fresneda y El Berrón) siguen ganando y concentrando el mayor número de habitantes, en el otro lado de la balanza la zona rural sufre una pérdida progresiva de vecinos.

Los sierenses que viven en las principales poblaciones son los 12.820 de la Pola, los 13.036 de Lugones, los 4.470 de La Fresneda y los 3.569 de El Berrón. Suman en total de 33.895 vecinos y representan el 65,38% de los casi 52.000 habitantes del municipio. Según los datos del padrón, de las 29 parroquias, el año pasado ganaron población 11. Crecieron ligeramente en habitantes Aramil, Celles, La Collá, Limanes, Muñó, San Miguel, Santa Marina y Santolaya de Vixil. Aumentan con más fuerza Hevia (23 vecinos), Lugones (57) y Viella (43).

El gran reto de Siero es lograr ser capaz de crecer combinando lo rural y lo urbano. Es decir, la mejora y crecimiento de las zonas urbanas y de los núcleos rurales han de ir de la mano de actuaciones e inversiones en materia de infraestructuras para favorecer los desarrollos residenciales e industriales. Pero al mismo tiempo, ha de haber un equilibrio medioambiental, de forma que el suelo con algún tipo de protección represente el 66 % de la superficie del municipio. Así se recoge en el avance del documento de prioridades de la revisión del Plan General Municipal de Ordenación de Siero que mañana lunes inicia su período de exposición pública. En este período, los ciudadanos pueden presentar sugerencias.

Además, la crisis económica provocó un vuelco también en Siero, que necesita adaptar su planeamiento a su realidad y necesidades actuales. Hay parroquias, fundamentalmente las que han sufrido el cierre de las explotaciones mineras (San Juan del Coto, Santiago de Arenas, Santa Marta de Carbayín y Lieres), que sufren de forma más profunda la pérdida de población. Para evitarlo y tratar de fijar habitantes, el próximo plan general plantea ampliar los núcleos, así como mantener los servicios.

En el documento de prioridades queda constancia de que sólo en aquellos pueblos en los que más licencias de construcción de viviendas unifamiliares se han concedido es donde se ha frenado la caída de vecinos. Por tanto, "resulta imprescindible adoptar medidas que palien la sangría de población de las parroquias rurales", cuyo papel en el mantenimiento del equilibrio ambiental es fundamental. Para conseguirlo hay que actuar en dos vías: Por un lado, mejorando los servicios básicos (agua, saneamiento, vías de comunicación, red de telecomunicaciones, etc.) y, por otro, facilitando el asentamiento poblacional. Una de las maneras es ampliando la delimitación de los núcleos que lo precisen, de forma que se posibilite la permanencia de los vecinos ya residentes y se incentive la llegada otros nuevos.

El desplome del sector primario en la economía local obliga a considerar la relevancia del suelo rural no tanto por su carácter productivo o generador de empleo, sino por la importancia ecológica para preservar y proteger el paisaje y los núcleos rurales. Por lo que una solución es dar mayor flexibilidad de usos para utilizar el suelo sin excesivas restricciones ni rigideces normativas a los vecinos que desempeñen actividades agroganaderas.

Asimismo, se plantea valorar la conveniencia de delimitar espacios entre núcleos urbanos (Lugones-La Fresneda y El Berrón-La Pola) que estén bien comunicados y dispongan de servicios para ofrecer alternativas de asentamiento en las que las edificaciones de baja densidad sean compatibles con el medio natural.

El objetivo es adaptar el planeamiento vigente a las exigencias del reglamento regional para potenciar el desarrollo de los núcleos que lo precisen con la intención de atraer y fijar población.