Eran las cuatro de la madrugada cuando Irene García sintió un ruido muy fuerte debajo de casa en el barrio de La Flor (Grado), donde su madre, María José García, tiene su cafetería. "Miré en la cámara, que graba cuando hay movimiento, y ya lo vi dentro. Me asomé a la ventana y lo vi marchar tranquilamente, y me encaré: le dije que si marchaba contento, y aún entró dos veces más", señala la hostelera. El caco reventó la puerta del establecimiento con una alcantarilla y se llevó las monedas sueltas de la caja del día anterior pues la hostelera nunca deja nada de valor tras un robo anterior.

El suceso es investigado por el cuartel de la Guardia Civil de Grado, tal y como informa la Comandancia de Oviedo. El caco inició su delito alrededor de las cuatro de la madrugada y consiguió reventar el cristal blindado del local, al que entró en dos ocasiones más. Una fuerza para derribar el cristal que sorprendió a la propietaria, pues conoce al joven, vecino de la villa moscona, que iba con muleta y cojo. "Todos sabemos quién es y también lo sabe la Guardia Civil. Cuando me lo cruce por la calle, ¿qué hago?, porque a mí me cuesta mucho sacrificio, mantengo a mi hija y mi nieto y tengo una empleada desde hace diez años, para que venga un caco a buscar problemas", cuestiona la hostelera.

El ladrón sólo se llevó unas cuantas monedas del suelto de la caja del día anterior porque García ya no deja nada de valor en el establecimiento tras haber sido víctima de otro robo. En lo que sí afectó al negocio, es que García no pudo abrir hasta el mediodía.

Y la sensación de impotencia en la hostelera moscona era evidente: "Estamos desamparados porque da igual tener alarma que no, y como no había patrulla de la Guardia Civil en Grado tuvimos que esperar a que llegasen de Trubia cuando, si estuvieran de vigilancia nocturna aquí, lo hubieran cogido porque anduvo un buen rato por la zona, hasta llegó a entrar otras dos veces", lamenta García.

El robo en la cafetería Caprichos se suma a los acontecidos en diciembre en un bar de El Casal y una sidrería del centro de la villa. También al reciente robo, en plena Navidad, de objetos de valor en coches y garajes de un bloque de viviendas en la zona de la estación.

Por eso, la hostelera reclama más vigilancia nocturna, si no para evitar robos, que al menos los ladrones teman. "Si sabes que no hay patrulla y que nadie te está vigilando es muy seguro ir a robar, pero si hubiese más vigilancia tendrían miedo, y a lo mejor no podían robar", entiende la afectada.

Lo peor del robo ha sido el susto, la noche en vela y la impotencia de no poder hacer nada frente al ladrón. "Necesitamos más seguridad", concluye la víctima.