El universo es una cuestión de química, la que crea y transforma. La sociedad, como reflejo a pequeña escala de las leyes universales, también está dominada por la química, la que hay entre las personas. Ayer era el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una ocasión para romper las barreras de la desigualdad que los alumnos de primero de la ESO del instituto Noreña y el Colegio Nuestra Señora de Covadonga emplearon para trabajar la química en un taller organizado por el Ayuntamiento.

Como guía tuvieron a Ana Fernández, licenciada en esta materia, que quiso comenzar hablando sobre las grandes olvidadas en la ciencia. Entre ellas, la hermana Miriam Michel Stinson, una monja cuyas investigaciones sirvieron para desarrollar métodos de tratamiento contra el cáncer y para descubrir algunas claves del ADN. "Watson y Creek se aprovecharon de sus estudios para ganar un premio Nobel y nunca le dieron el reconocimiento que merecía", lamenta Fernández.

Otro de los ejemplos que quiso plantearles a los niños, con el objetivo de que comprendan las dificultades de la mujer para acceder a la élite de la ciencia, fue el de la austriaca Agnes Pockles. "Esta señora, que tiene cara un poco triste, hizo estudios muy importantes sobre la tensión superficial", explica Fernández. Por su condición de mujer, nunca pudo entrar en la Universidad en Alemania; sin embargo, acabó publicando en coalición con un científico inglés.

Acabada la charla, fue el momento de "cacharrear". Provistos de tubos de ensayo, muestras, pipetas y frascos lavadores, llevaron a la práctica un primer experimento sobre la solubilidad.

Una vez explicados los pasos a seguir, los jóvenes se pusieron manos a la obra en un ambiente de plena colaboración. Primero introdujeron agua en uno de los tubos y posteriormente pipetearon parte de la sustancia que contenía el tubo de muestras.

El resultado fueron dos capas no solubles, como el agua y el aceite, de las dos sustancias incoloras. "¡No, me pasé!, exclamaban algunos de los alumnos al superar las medidas de líquido que se les habían indicado. Este no era el único inconveniente que enfrentaban: "Estoy llena de esto, que no sé lo que es", decía otra de las asistentes, limpiándose las manos en el jersey de un compañero.

Por último, para observar con más precisión el fenómeno vertieron una gota de colorante en el tubo. Este se disolvía en agua, pero no en el otro compuesto, quedando una burbuja de color, que atravesaba la otra fase sin mezclarse, lo que generó reacciones de sorpresa entre los niños.

La última actividad que llevaron a cabo fue un crucigrama utilizando fichas con los elementos de la tabla periódica. "No me los sé", confesaba la mayoría de los presentes, que en la jornada de ayer tuvieron la oportunidad de aprenderlos jugando.