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Así es mi oficio | Siero

Del código binario a la lencería

Blanca García se hartó de trabajar en una empresa de informática y tomó las riendas de la tienda que regenta desde hace 22 años

Blanca García Gutiérrez, en la calle Celleruelo, donde está situada su tienda. M. NOVAL MORO

Blanca García Gutiérrez trabajaba hace 22 años en una empresa de informática y decidió que aquello no era lo suyo. Demasiado estrés, demasiada presión. Por entonces, era clienta de una tienda de lencería de la calle Celleruelo de la Pola, Cucaes, y supo que su dueña la traspasaba.

Sin pensárselo dos veces y sin saber ni una palabra del mundo en el que se metía, se decidió a dar el paso y llevar las riendas de la tienda. Necesitaba un cambio, vio la oportunidad y se lanzó. Hoy, 22 años después y tras muchas vicisitudes, la tienda sigue funcionando. Y además, Blanca García es la presidenta de la asociación Comercio Local, con la que ella y otros comerciantes de la Pola tratan de dinamizar la economía de la villa en unos tiempos nada fáciles para los pequeños empresarios.

Según asegura, cuando empezó no tenía ni idea de lencería. "La ropa si me interesaba, pero la lencería nunca se me había pasado por la cabeza". Los primeros días, se puso con la chica que había llevado hasta entonces la tienda, y después ya siguió sola. Tuvo mucha ayuda, dice, de los comerciales de las marcas con las que todavía hoy trabaja, que la orientaron muy bien respecto a los gustos y a lo que podía funcionar y no. Con la mayoría, sigue trabajando todavía.

"Con las primeras muestras no sabía ni por dónde andaba, era un trabajo totalmente diferente de lo que había hecho hasta entonces", reconoce.

El mundo de la lencería, cuando ella empezó, era bastante diferente del actual. Ahora, en algunos aspectos, las cosas son mucho más sencillas, sobre todo a la hora de gestionar y conocer.

Pero por otra parte cree que la lencería ha evolucionado muchísimo y para bien. Antes había pocas cosas, y en estos 22 años han cambiado los tejidos y los diseños. Ella, además, dice que trabaja con unas marcas "que siguen ahí después de tanto tiempo, y cuando siguen es por algo".

Otra cuestión muy distinta es la evolución del mercado, que cada día es más difícil para el pequeño comercio. Primero eran las grandes superficies, con el atractivo que conlleva su concentración de tiendas, los precios, el aparcamiento o su oferta de ocio.

Ahora surge, quizá, otro rival más duro todavía: el comercio digital. Su clientela es, en su mayoría, gente joven, y reconoce que mucha se está pasando a los nuevos hábitos, que pasan por la venta en internet.

Su tienda, no obstante, resiste gracias al trabajo que ha desarrollado durante tanto tiempo, que ha hecho que ganase una clientela fija. Este es su valor, que además de ofrecer los productos, escucha a las clientas y les da un plus de proximidad. Ha visto con tristeza cómo otras tiendas abiertas con ilusión por gente joven se veían obligadas a cerrar a los dos o tres años. Ganarse a una clientela lleva su tiempo, y es lo que ella ha hecho. Y aun en tiempos en los que colea la crisis, está contenta con su negocio. Los ordenadores han pasado a las historia. Ni siquiera lo tiene en la tienda.

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