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Viella se llena con la paella

La comida de hermandad de la localidad sierense atrae a un centenar de personas: "Aquí nos acogen con los brazos abiertos"

Asun Cavallé sirviendo el arroz.

"Es un ambiente totalmente familiar, cariñoso y tierno. Te sientes como en casa, aquí nos acogen con los brazos abiertos". Lo cuenta una ovetense, Amor Martínez, que ayer acudía invitada por sus amigas a la paellada de Viella, en Siero. El evento se desarrolló en un ambiente muy familiar y supuso, sin pretenderlo, una defensa de la humanidad, a través de los valores del medio rural. "La pena es que para llegar aquí tengas que venir en coche. Podemos coger la autovía con la mano, pero llegar hasta ella es otra historia", cuenta María Victoria "La Nena" Rodríguez, vecina del pueblo.

Alrededor de las cuatro mesas se sentaron cien personas, muchas de ellas llegadas de localidades próximas. Catorce kilos de arroz, acompañados de langostinos, calamares, pollo y mejillones, eran una buena razón para desplazarse hasta el centro sociocultural de Viella. "Habiendo comida de por medio parece que es más fácil que venga la gente", explicaba Sonia Lago, presidenta de la asociación "La Nozana", organizadora de la pitanza.

Lago, junto a la paella, recibió muchos elogios por su labor. "La paella está buenísima, pero la clave es nuestra presidenta, que no es de diez, sino de doce. Esto había que hacerlo una vez al mes", clamaba Rodríguez.

Reconocimientos también para la maestra paellera, Asun Cavallé, venida especialmente para elaborar la comida del día. "Los platos espero que vuelvan limpios. Si viene tanta gente, por algo será", comentaba.

El menú volaba rápidamente en las mesas. No solo había paella. También se dio buena cuenta del embutido y de la mousse de chocolate, especialmente ansiada por los más pequeños.

La confluencia intergeneracional se hacía evidente, mirando a los comensales. Entre ellos, veteranos rondando los noventa, otros recién jubilados y padres primerizos, cuyos retoños a duras penas alcanzaban el año de edad.

Entre estos últimos se encontraba Folkert Elzinga. Su nombre exótico y mirada clara delata que no nació en Viella, pero su actitud amable y familiar sí le señala como natural del lugar. "Vinimos a vivir aquí hace siete años, somos holandeses", explica. Entre tenedores de arroz y juegos con su última hija, Elise Elzinga, explica: "Decidimos hace una década que nos queríamos venir a España. Así que lo recorrimos y cuando conocimos Asturias entendimos que tenía que ser aquí. Vinimos a Viella y monté mi empresa de informática en la casa que construimos", destaca el holandés, uno más en una fiesta que homenajeó la mejor cara del ser humano.

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