La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los corderos pascuales más dulces

Las clarisas maliayesas están inmersas en la elaboración del bizcocho que empezaron a trabajar a través de sus hermanas salmantinas

La hermana Andrea Hernández prepara los corderos de Pascua y la madre María Luisa Picado muestra uno envasado en una caja. MARIOLA MENÉNDEZ

Las monjas clarisas de Villaviciosa ya tienen listos sus famosos corderos de Pascua, que hermanas como Andrea Hernández preparan en el obrador del monasterio. Es un bizcocho de almendra, licor, huevo, harina de trigo, azúcar glass y chocolate.

La madre abadesa, María Luisa Picado, explica que es una "tradición muy arraigada en Alemania, con un sentido profundamente religoso; por eso lo hemos escogido nosotras como algo especial para ofrecer en Pascua". Indica que la costumbre del conejo es "mucho más profana y no tiene sentido con las celebraciones litúrgicas de la Pascua".

La madre esgrime que el cordero simboliza a Jesús muerto y resucitado. De hecho, recuerda que "ya Juan Bautista llamó a Jesús el Cordero de Dios". El Apocalipsis también hace alusión al simbolismo de este animal.

Las clarisas de Villaviciosa comenzaron a elaborar estos dulces, que representan una importante fuente de ingresos para su monasterio, por una anécdota graciosa, que, en palabras de la abadesa, "fue la chispa que encendió el ánimo para decidirnos a hacer algo especial para ofrecer al público en Semana Santa y en Pacua".

Hace diez años vendían la repostería que preparaban unas hermanas clarisas de Salamanca, en concreto, de Cantalapiedra, en fechas de mayor afluencia turística como el verano, la Semana Santa y la Navidad. En uno de estos pedidos, les advirtieron por teléfono que tuvieran cuidado al abrir los paquetes porque les habían metido entre las cajas un obsequio para la comunidad maliayesa y que se trataba de un cordero. Les hizo mucha ilusión, recuerda la abadesa, y estaban inquietas por la llegada del pedido. También estuvieron atentas para abrir las cajas nada más llegaran para sacar rápido el cordero y llevarlo a la cámara frigorífica. Cuando llegó el momento, pasaron de la expectación a la desilusión al encontrarse con una caja roja en la que asomaba un pequeño cordero blanco de bizcocho, bañado en azúcar glass. "Después del primer momento de estupor, nos dio un ataque de risa que no tenía fin", explica la madre María Luisa.

El asunto no quedó ahí y le siguieron dando vueltas hasta que decidieron comenzar a elaborar ellas mismas este dulce de Pascua y ampliar así la lista de repostería que elaboran. Lo preparan en el monasterio maliayés desde hace unos siete u ocho años y tienen una buena acogida entre sus clientes, "que están muy contentos, pues les sirve para el regalo de Pascua que se entrega a los ahijados, costumbre o tradición que en Asturias se mantiene todavía muy viva", señala la madre.

Compartir el artículo

stats