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Sombras de lo humano en Noreña

La artista Marga Sancho plasma la huella de la existencia en sus piezas de la sala de exposiciones Antonio Mingote

Público, ayer, en la exposición de Marga Sancho, en Noreña. A. ILLESCAS

La exposición de la artista Marga Sancho en Noreña es de lo más heterogéneo. Colores, texturas y materiales diversos repartidos en casi tan diversas secciones, con conceptos incluso antagónicos. Sin embargo, hay algo que parece unirlos. En el fondo, todo está impregnado de la sombra interna del ser y de una huella de la existencia pasada (aunque también hay algunas miradas al futuro).

Sus monstruos son quizá la parte más llamativa de la muestra. Una serie de piezas en tonos verdosos, con marrones rojizos y ligeros puntos amarillentos. En ellos parece adentrarse en los espacios internos de la mente durante momentos de angustia. Encontrando allí una representación grotesca, deformada y casi caricaturizada de lo físico y lo sentimental.

Escasos centímetros a la derecha, sobre una textura arenosa, se plasman una serie de sombras rojizas. Seres de distintas naturalezas, ya difuminados, como si no estuvieran allí, pero dejando su estela tras de sí.

Todo parece cobrar un cierto sentido al ver otras piezas divididas en dos partes. Una inferior de lienzo blanco impoluto, en paz, y una superior a trazos que parecen explotar y ascender, un mundo en plena ebullición, el de los vivos.

De lo abstracto se llega a piezas más realistas. Una concertina arriba, en medio las llaves que no pudieron abrir la puerta, mezcladas con el fondo rojizo y abajo, en una pequeña caja, un grifo clavado en la tierra, que gotea sangre. Así es la poderosa composición de Sancho para afrontar el drama de la inmigración.

Por último, una mirada femenina hacia el futuro. Tres cuadros con mujeres de espaldas y en diferentes circunstancias que se enfrentan al horizonte, sin girar nunca la cabeza al pasado.

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