Un fin se semana como cualquiera, hace ya 30 años, José Carlos Baragaño, "Liti", se adentró junto a su esposa en un callejón cerca de la plaza de la Cruz de Noreña. Allí había un bar al que solían acudir, pero, esa vez, tenía colgado el cartel de "se traspasa" y decidieron ponerse al frente. Así nació el icónico El Retiro, "por el que ha pasado todo Noreña, hasta tres generaciones", subraya Baragaño.
Aquel 4 de diciembre del año 1989, otro vecino de la villa, Jesús Canga aún trabajaba como frutero: "Aquello era muy duro, teníamos que montar el puesto lloviendo, con nieve o lo que fuera. Me quedo con la hostelería mil veces".
Desde entonces hasta ahora, Canga ha regentado tres bares en la Villa Condal y uno en Pola de Siero. Ahora cumple cuatro años en El Café de Chelo, en el que pretende aguantar "durante muchos años".
Aún está lejos de alcanzar la historia del chigre de Baragaño, un pequeño icono que ha tenido que renovarse. Empezó con un tocadiscos y música ochentera. Sonaba "El último de la fila", "Loquillo" o "David Bowie, y Noreña vivía cada fin de semana un éxtasis nocturno entre aquellas cuatro paredes.
Aunque no todo era la noche. Las comidas coincidiendo con las fiestas del picadillo o con el Ecce Homo, la peña quinielística o el equipo de fútbol "Peña Carahuevo", que formaron los clientes. Pero, ante todo, una anécdota. "Constantino Romero vino de pregonero del Ecce Homo y de noche pasó a tomar unas copas. Acabó por tirar la torre de cajas vacías que tenía acumulada donde el baño", recuerda risueño.
Echa de menos los tiempos pasados, aunque para él, como dice su esposa, "El Retiro es un hijo". También lo son para Canga sus establecimientos, donde ha pasado 25 años de su vida: "Los chigres tienen algo genial. Para mucha gente son como la segunda casa y te cuentan cosas que no dirían en otro lado, haces de psicólogo", concluye Canga.
