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A Grado no lo conoce ni Alfonso X el Sabio

La villa moscona, de origen medieval, enfila el siglo XXI con una sólida base de buenas comunicaciones y servicios para expandirse tras el boom inmobiliario de los sesenta

A Grado no lo conoce ni Alfonso X el Sabio

La villa de Grado tiene forma de cisne si se ve desde El Xorru. Pensado así, la barriga del ave ha engordado desde la Edad Media, cuando se funda la puebla de Grado, creciendo a lo largo de los siglos en torno a su mercado. El cuello ha crecido al paso del Camino Primitivo a Santiago de Compostela y como cruce del Camín Real de la Mesa. Si bien, el principal crecimiento de la villa moscona comenzó en el período democrático, aunque su primer impulso fue a principios del siglo XX.

Hoy en día Grado tiene todas las papeletas para seguir creciendo: buenas comunicaciones, un sector comercial y turístico pujante y buenos servicios. De Grado a Oviedo, la capital asturiana, hay escasos 20 minutos en coche gracias a la autovía abierta ya hace casi una década. Esto facilita un flujo constante poblacional: de gente que vive en la villa y trabaja en Oviedo o, a la inversa, de los que buscan residir en un entorno más tranquilo y más bien rural aunque tengan su trabajo en la gran ciudad asturiana.

"La villa de Grado fue fundada por Alfonso X el Sabio en torno al siglo XIII y se concibe como una etapa del Camino de Santiago, es una villa itineraria alargada desde la calle Manuel Pedregal a La Cruz por Cimadevilla", explica Carlos León, geógrafo y técnico de la agencia de desarrollo rural de Grado. Una villa medieval que comienza a desarrollarse urbanísticamente en el siglo XIX en torno a la calle Manuel Pedregal pero es a principios del siglo XX cuando comienza a crecer.

"Las Calles Nuevas son renovadas, eran un arrabal extramuros desde tiempo medieval y también se construyen las casas de indianos de la carretera general que, curiosamente, el basalto con el que fue hecha sigue debajo de las capas de las carretera", precisa.

La siguiente etapa de crecimiento urbano fue en la década de los sesenta en el barrio de El Casal y comienza la construcción de los edificios de la calle Asturias que hicieron de enlace entre el casco histórico y la zona alta de la villa. "Eran solares y naves y en la calle el Curato había una sierra y, al otro lado, corripas de gochos, así era a finales de los setenta la zona", recuerda el cronista oficial del concejo, Gustavo Adolfo Fernández. Grado era un polo de atracción para toda la comarca que generó una demanda de pisos nuevos. Fue en el inicio de la democracia.

La villa inició así su expansión inmobiliaria a finales de la década con la promoción de viviendas en La Bolera, que antaño "eran grandes posesiones de pumaradas, árboles y palomares", detalla Fernández. La urbanización conectó El Casal con la villa a través de edificios con el Paseo del Río Martín como eje vertebrador. Además, en los ochenta, también se desarrollan zonas de servicios públicos como el área Deportiva, al lado de La Podada, donde más tarde se construirán tres edificios de viviendas sociales, a las que suman las de Los Niserinos. También se recupera el espacio cultural conformado por la muralla, la capilla de Los Dolores y el palacio Miranda-Valdecarzana, la Casa de Cultura, que mejoran la estética del centro de la villa moscona.

Y se desarrolla el área la sanitaria en torno al parque de Arriba, donde se edifica el centro de salud, la residencia de ancianos y el centro de día . En esa zona crece también la primera promoción de chalets en La Moratina, al igual que en otras villas de Asturias. "Es una zona residencial y el plan era seguir hacia el colegio Bernardo Gurdiel por el pico La Cuba habilitando vivienda unifamiliar", detalla el cronista. Una ampliación que no se ha logrado. "Se crean las zonas deportivas, asistenciales y culturales con los gobierno democráticos, hasta ese momento sólo había un campo de fútbol y llega el polideportivo, la piscina, y, luego, llegarán los campos de hierba artificial, el de rugby o las pistas de pádel", explica León.

Con el año 2000 muy cerca, comienza el boom inmobiliario y se desarrollan varias promociones en La Flor, El Palmeral y La Panerina. "A La Flor se va mucha gente joven y hay mucho crío", apunta Fernández. También comienza la construcción de los edificios del entorno de la estación de tren y se crea una urbanización de vivienda unifamiliar y un bloque de edificios entre El Casal y la zona deportiva.

Si bien, la promoción de El Palmeral, ideada como pisos de lujo, pincha con la burbuja inmobilaria y la promoción queda a medias, dejando un edificio sin acabar y solar sin edificar que hoy se utiliza como aparcamiento. "Se cargaron la mítica terraza del BO2 para urbanizar y luego quedó todo en nada, además afectó a dos paneras históricas, muy potentes, que se iban a reubicar pero siguen allí, cayéndose", denuncia el cronista.

Con la crisis económica la construcción frena en seco en la villa moscona y no es hasta mediada la última década que se reactiva. Se finaliza el edificio inacabado de El Palmeral y el Ayuntamiento construye una pista multideportiva en la zona. Se trata de la última gran promoción inmobiliaria en Grado, con la salvedad de la rehabilitación de un edificio histórico junto a la plaza General Ponte como bloque de viviendas y la actual reparación de la antigua sastrería Feito.

Así ha sido, a grandes rasgos, el crecimiento urbanístico de la villa moscona desde su fundación en la Edad Media hasta la actualidad. Un desarrollo en el que el cronista oficial destaca que "hay bastante aparcamiento y zonas verdes en el cogollo de la villa, con el parque de Arriba y el Paseo del Río como grandes pulmones verdes y es algo que Grado tiene bien resuelto respecto a otras villas de la misma dimensión o mayor", entiende Fernández.

En su opinión, queda un problema urbanístico por resolver, las Calles Nuevas. "Es un embudo, un sitio de paso para ir a muchos de los pueblos grandes del concejo y se usa también para ir al tanatorio". De ahí, que proponga una solución que mejore la circulación del tráfico.

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