La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La historia del naveto al que un trasplante salvó su hígado enfermo

osé Manuel del Dago Castro celebrará el próximo 24 de enero 11 años desde que fuera trasplantado del hígado a causa de una hepatitis alcohólica grave

La historia del naveto al que un trasplante salvó su hígado enfermo

Se miró al espejo y ya no estaba amarillo. Su cuerpo se veía y lo sentía sano y, desde ese momento, es una persona nueva. José Manuel del Dago Castro celebrará el próximo 24 de enero 11 años desde que fuera trasplantado del hígado a causa de una hepatitis alcohólica grave en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Once años de vida que han sido de los mejores de sus 54 y con los que quiere dar ejemplo a otras personas. "Empecé muy jovencito a beber, sin pensarlo, y cuando quise darme cuenta no tenía solución e iba a morir".

Del Dago, vecino de Nava y cuponero de ONCE en Grado, era bebedor diario desde muy joven, una adicción al alcohol que le llevó a padecer hepatitis alcohólica grave, que sufrió en silencio durante años hasta que en la Nochevieja de 2006 su cuerpo colapsó. Después de pasar la madrugada en un bar de Vega, sufrió los primeros síntomas. "Vomité sangre pero pensé que era Pacharán y aún pedí otro chupito". Con unos dolores terribles en el estómago se fue a casa: "No podía parar de vomitar, me caí y pegué con la puerta y recuerdo a mis primos comentar que estaba muerto, estaba todo lleno de sangre", rememora sobre aquel episodio.

Llegó al hospital en ambulancia, donde los médicos le alertaron de las graves consecuencias que le acarrearía seguir consumiendo alcohol: la muerte. Y le propusieron como candidato para un trasplante a condición de no beber y seguir el protocolo marcado. Y así fue. Desde aquel día nunca más probó gota del alcohol e inició su recuperación. Estuvo catorce meses esperando el hígado y tan sólo pasó una semana en casa en todo ese período.

La espera fue larga y Del Dago llegó a pensar que no había salvación para él. Por su cabeza llegó a pasar, fruto de la desesperación, incluso, quitarse la vida. "No tenía probabilidades de vivir, cada vez estaba más débil y un hígado que vino no era compatible". Fue dado de alta, con el ánimo por los suelos, pero ese mismo día sonó el teléfono a las seis de la tarde. Debía acudir urgentemente al hospital para ser intervenido. "Fue una alegría pero, a la vez, pensé que mejor sería para otro paciente porque no me veía con fuerzas de aguantar la operación, estaba muy mal, muy débil", explica.

El equipo médico y la familia le animaron. Ese hígado era para él. Pero la espera aún se alargaría más, un temporal retrasó el vuelo en el que viajaba su órgano desde Vitoria (Álava). "No podían aterrizar y esperamos toda la noche, a las cinco de la mañana me llevaron al quirófano". Pasó 14 horas en la intervención, dirigida por Ignacio González Pinto y su equipo, y después permaneció casi tres semanas en la Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI), donde también hubo de ser operado de urgencia por una complicación.

"Desde que me desperté ya era otra persona", reconoce, "me miré al espejo y ya no estaba amarillo. Me sentía sano, fue de las mayores satisfacciones de mi vida. Aún hoy no puedo creer cómo estaba y cómo desperté después". Se veía más saludable y con muchas ganas de vivir y recuperar el tiempo invertido en el alcohol para dedicárselo a su madre y a su hijo, de los que está especialmente orgulloso.

Durante su recuperación pudo conocer al cantante "Raphael", que padeció la misma enfermedad y fue trasplantado como Del Dago. Lo hizo en un concierto en el Auditorio de Oviedo, donde le firmó el libro en el que el artista explica su experiencia. "Me hizo gracia que contaba los picores que pasaba y yo, para mí, eso fue lo peor de todo, y los aliviaba como había hecho yo, con duchas y trapos mojados". Y, al igual que el cantante, Del Dago no ha vuelto a beber ni un trago. La dura experiencia les hizo aprender a ambos.

"Tenía ganas de trabajar, de vivir, de estar con mi familia y los amigos de verdad que podía contar con los dedos de una mano, pero que estuvieron ahí para mí. Al final te haces consciente de lo que hay, que tenía que hacerlo por ellos, aunque después de todo lo que pasé, aunque me falte toda la familia no volvería a probar una gota de alcohol jamás", afirma contundente. Y así lleva ya una década, disfrutando de la vida con sus seres queridos de una manera sana.

Hace tres años comenzó a vender el cupón en Grado, donde se siente muy querido, y dice que no conoce pueblo más cariñoso que el moscón. Su vida ha dado un giro total desde aquel feliz trasplante y no hay día que no piense en la persona gracias a la que él puede vivir. Por eso, además de celebrar su cumpleaños cada 15 de agosto, también lo hace cada 24 de enero. Una jornada en la que reflexiona: "Hay una familia que perdió auna persona y yo, siempre rezo por él porque me dio la vida", concluye.

Compartir el artículo

stats