Mucho se viene hablando de lo que pasa con los perros cuando mueren. "¿A donde van?". El cine y las series han incendiado esta discusión que, ayer, por San Antón copaba el uso de la sinhueso en Lugones. Había allí de todo. Los que esperaban a que sus canes recibieran unas gotas de agua bendita -como es tradición en la localidad por estas fechas- planteaban distintas teorías. Y, por lo que parece, hay tres. La de los que entienden que los perros tienen su cielo propio, mientras otros optan por una mentalidad más colectivista, en la que sus mejores amigos comparten espacio con otros animales. Por último, los ateos, que consideran la muerte como el fin, para los perros y los humanos.

Con todo, la discusión sobre los canes y el resto de animales -había más de un hámster a bendecir en Lugones- no iba por ahí. "Creo que el mío es más bien protestante", bromeaba Alfonso San José. Él lleva dos años con su sharpey "Kaila", después de que falleciera su anterior compañera, de la misma raza. "¿Y 'onde' vamos nosotros?", apuntaba sobre el destino final de los cuadrúpedos y de los bípedos que tiran de la correa.

Entre ladridos, "Rocky" se dirigía a su compañero "Manolín". Parecía plantearle su fe. ¿Cuál profesan los perros?".

Los dueños más o menos lo intuyen. "El mío es protestante", reivindicaba entre carcajadas San José. Postura distinta la de Berta Rodríguez, agarrando a su perro "Pocholo", ladrando y sin la mítica mochila del famoso de quien tomó el nombre a la espalda: "Creo que es cristiano. Tendrá su cielo, con más animales y con muchos huesos", apostillaba.

En el punto intermedio de las opiniones estaba Lucía Montes, que únicamente rinde devoción a su perro, como demuestra con una funda para el teléfono móvil que porta con su imagen. "Tendrá el mismo credo que la dueña", decía riéndose ella.

Quien los bendecía, el párroco Joaquín Serrano, centró su discurso en defender el amor hacia los animales, con aseveraciones como, "ellos nos quieren" o "si los maltratan hay que enfadarse".

Fue una mañana bonita, en la que más allá de las bromas, reinó la armonía en Lugones. Con unos ladridos se celebró el roce con el agua bendita y luego fue turno del vermú. Una cerveza, partido del Valencia, botella de Rioja reserva con unos tortos de matachana y entrecot troceado, como ejemplo de plan, precedieron a los petardos. Lugones ya se volcaba con el partido del equipo local ante el Llanera, en campo vecino. Victoria, derrota o empate, pero siempre en armonía.