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La raza futbolística de Noreña

Evolución y competición: la selección natural de las especies aplicada al mundo del deporte en clave de humor

José Antonio Riesgo, "Peporrín".

Decíamos el pasado domingo que las plantillas de los equipos deportivos reproducen el esquema que la naturaleza aplica con la evolución de las especies. Se mantienen los más capacitados. En consecuencia, en los equipos profesionales, y también en los no profesionales, se puede apreciar el predominio de especialistas para el mejor desarrollo de cada actividad deportiva. Obviamente, esto es solamente la representación visual de la competición.

Sin embargo, Darwin, después de seleccionar a los bajitos para competir en el Mundial, no se extrañaría al enterarse por la prensa que el etíope Kipchoge, que a diferencia del griego Filípides tiene antepasados superentrenados para sobrevivir corriendo por la sabana africana, sea el primero en completar una maratón en menos de dos horas. Aunque la haya hecho con asistencia.

Y tampoco se sorprendería de que Usain Bolt, dotado con fibras musculares de rápida recuperación perfeccionadas durante siglos de respuesta inmediata a las amenazas inminentes para la integridad personal en su isla natal de Jamaica, sea el hombre más rápido de este planeta.

¿Y en altura? Nirmal Purja, nepalí, condicionado por una carga genética de cientos de años de supervivencia en regiones con saturaciones de oxígeno bajas, sería capaz de ascender todos los ochomiles que se le pongan por delante sin necesidad de largos periodos de adaptación.

Hoy Darwin esbozaría una sonrisa con frases como la que, en una ocasión, escuché a Felipe González: "Sí, iguales. Pero unos más iguales que otros", con la que seguramente pretendía explicar una idea diferente.

Reiteramos la comparación del artículo anterior. El balompié es un deporte que se juega con la cabeza y se ejecuta con los pies. Cuanta menos distancia haya entre cerebro y las extremidades, más rápido llegarán las órdenes. Así que no es extraño que el buen fútbol, el de excelencia, pertenezca a los bajitos.

Basta acordarse de futbolistas locales como Peporrín, Puskas, Rufino, Miguel? Salían del vestuario teniendo que mirar hacia arriba para encontrarse con sus rivales, siempre más altos y corpulentos. Pero la imagen tras el pitido final se volvía del revés. Eran los contrarios quienes abandonaban con la cabeza gacha tras sucumbir. Incluido el extraordinario Siero del admirado Bani. Aunque solo ocurriera una vez, una victoria así ante los vecinos que nos tienen rodeados nunca se olvida. La verdadera valía de un equipo en una competición se mide por la grandeza de sus rivales.

Si Darwin hubiese venido a Noreña, en vez de viajar por América del Sur, igual habría podido cerrar antes su teoría sobre la selección natural de las especies viendo los pases y remates de aquel Condal memorable.

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