La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Violines y cuchillas para Chema Madoz

Un artista en juntar cosas

Chema Madoz y Fernando Beltrán, en Grado, el pasado fin de semana. SARA ARIAS

Y sobre los instantes / que pasan de continuo / voy salvando el presente, / eternidad en vilo?

La inspiración, la reflexión y bonhomía de Jorge Guillén le llevaron a escribir unos versos que me asaltan y acompañan muchas veces, quizás como un recordatorio para no olvidar ni rezagar nunca, el valor único, cordial, raíz, inmenso, que tienen algunos momentos en la vida de cada persona. Y éste es sin duda para mí uno de ellos. Permitidme por tanto una emoción, una eternidad en vilo, que no pienso a estas alturas de edad ni disimular ni acallar ni tacañear lo más mínimo.

Porque existe algo llamado justicia poética, que hoy asienta y de qué forma sus reales -del verbo realismo mágico, por supuesto-, y hasta sus abstractos -del verbo pura poesía-, en este Aula de las Metáforas que ha cumplido ya diecisiete años de brega y exaltación poética contra todo pronóstico, contra viento y marea, pero a favor en todo momento del frágil e invencible impulso de la ilusión, la imaginación, la Alta fantasía, ese lugar en el que siempre llueve, como escribía Dante en su Divina Comedia; de las casas empezadas en definitiva por donde sólo pueden comenzarse las casas construidas exclusivamente por amor al arte, ese tejado donde únicamente los vencejos más tercos, osados e inconscientes saben y conocen que el alero es al aire, lo que el poema al vértigo. Llegáis por tanto ahora, incurables del Aula, a la Casa del Abismo y la Belleza, y lo hacéis esta vez para abrigar un acto, un reconocimiento, un escalofrío también, y repito, de estricta justicia poética. Y por si ello fuera poco, o alguien considerara este mérito excesivamente vago, sentimental o simple exceso lírico, me vais a permitir evocar de nuevo el jarro de agua fría y a ras de tierra que socavó en todos nosotros Jaime Gil de Biedma cuando nos arrancó de cuajo toda posible inocencia juvenil leyéndonos aquello de "Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde".

Y ocurre que ese más tarde sucede también en la vida de la poesía, en la vida de la fotografía, en la vida del arte. Pasa la vida, pasan las tendencias, pasan las poses, pasan los manifiestos, pasan una tras otra las distintas generaciones, y al final en la sagrada y efímera antesala del color que precede al olvido sinfín de todos nosotros, sólo quedan ahí, encaramados al Olimpo imprescindible, los únicos, los grandes, los contagiados de un ángel, pagano si queréis, que los demás no alcanzamos siquiera a vislumbrar más allá del estupor, la envidia, más allá de una admiración muda, entregada, absolutamente rendida, Chema. "Oh Captain, my Captain?, oh capitán, mi capitán", como clamaba el himno que nos enseñó aquel rebelde sin más bandera que unas hojas de hierba, un prau diríamos aquí en la nuesa tierra, de versos sencillos y a la par estremecedores. Soñador, sagaz, agotador Walt Whitman supurándonos, superándonos siempre. Pero hoy veníamos aquí para hablar no sólo de poetas, sino de justicia poética, que, aunque del mismo tronco, son ramas muy distintas. Algo así como el negativo y el positivo de una fotografía, y si es así, quién mejor para hablarnos de ello -mejor dicho, y si me lo permite Chema, del claroscuro que queda finalmente entremedias de todos los contrarios- que quien ha tenido la generosidad de aceptar este premio, y mucho más, de acercarse a acompañarnos y a compartir con todos nosotros eso de que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde?

Bienvenido a esta tierra, querido Chema Madoz; bienvenido a tu casa, a nuestra casa; bienvenido al hogar donde las metáforas hallaron nido y a la vez vuelo hace siglos en un ala -como no podía ser de otra forma- de esta Casa de la Cultura de Grao, Grado, Grau, la villa de los mil nombres, de los mil charcos, la villa de las mil albricias y parabienes hoy al acoger a quien tal vez no merecía haber ganado este año el premio "Aula de las Metáforas", porque debía haberlo obtenido hace ya muchos siglos; todo el tiempo que lleva nuestro homenajeado asentando su mirada trípode sobre todas las superficies, barros, estratos, objetos, texturas y contexturas que en el mundo han sido, para picar luego sin desmayo el duro yunque del obturador con su dedo índice, con su piqueta del dedo índice, tok, tok.., tok tok?, tok, tok?, como gotas de lluvia al caer, como poderosa obra en marcha, obsesiva, tenaz, demoledora, imagino. Tempestad, fiebre, contumacia, sensibilidad en carne viva o impagable chaladura ensimismada, empeñada, desquiciada en la inútil e imprescindible tarea de intuir y sacar metáforas, metáforas, metáforas de debajo de las piedras, de debajo del alma, de debajo de todo lo que nos habían dejado escrito, dicho, plantado, establecido. Tocar lo intocable. Remover lo inamovible. Ni siquiera mirar de otra manera. Ir mucho más allá, y eso significa exacta y etimológicamente la palabra metáfora. Crear una mirada nueva, una mirada que estaba ya ahí, y sin embargo no existía. Poesía pura. Y en eso sí que se parecen la gramática de la imagen y la gramática de las palabras. Poesía visual, poesía verbal. Eternidad en vilo.

Federico García Lorca, decía, acordaros, que poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que podían juntarse, y que juntas sin embargo forman un misterio. Creo, querido Chema, que nadie definió mejor tu obra. Juntando, jugando, conjugando cosas, cachivaches, objetos, rudimentos, jaulas, paraguas, raíles, realidades que nunca pensamos juntas, y que sin embargo estaban o no estaban ahí, aunque siempre lo estuvieron. Nube y jaula, alfiler y sombrero, zapato y torre Eiffel, plato y alcantarilla, piano y paso de cebra? Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde? Tú sin embargo lo entendiste desde siempre. Desde que empezaste a recoger trozos de aquí, trizas de allá, como la vida misma, y empezaste no a juntarlos, sino a confluirlos. A hacerlos fluir juntos para llegar a la postre y del modo aparentemente más natural y sencillo, de la videncia a la evidencia. Regar lo escondido, como tú dices, Chema, o como escribía y ya termino mi amada Wislawa Szymborska, alguien por fin?, y gracias, Chema Madoz por hacerlo, y hacerlo tan bien, alguien por fin tenía que meterse entre el barro, las cenizas, los muelles de los sofás, las astillas del cristal, para explicárnoslo todo? Pez y navaja, llave y lupa, pubis y copa, violín y cuchilla, árbol y escalera.

Compartir el artículo

stats