Con un marcado acento femenino, los alumnos de Noreña se lanzaron a descubirir la Química, la de los cacharros y las disoluciones, sin tanto papel ni boli, en un taller por el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Los pequeños lo pasaron en grande manejando tubos de ensayo, vasos de precipitado y frascos lavadores, con mayor o menor disciplina, en función de su carácter.

La científica "Quimi" -intensa- contagió a los chavales, que llegaron templados por el cambio de temperatura de los últimos días. Les contó cosas interesantes, por ejemplo la historia de Marie Curie y la de Lisa Meitner, dos de las muchas grandes científicas que ha dejado la Historia.

Y es que era un día especial para recordarlas -aunque sus grandes hallazgos estén presentes siempre en nuestras vidas-. La instructora les habló de las dificultades que pasaron, sobre todo para obtener el reconocimiento que merecían.

Mientras, sentados alrededor, los niños y las niñas sonreían, entendiendo que les habían abierto caminos. "Protactinio". El elemento -tercera columna, sexta fila de la tabla periódica, para los menos duchos- fue protagonista. Tuvieron que apuntarlo los jóvenes en una tarjeta, sin saber entonces el porqué de esa anotación. También salió a la palestra el mercurio. "Si os portáis bien os cuento lo que tiene que ver con el sombrero loco de 'Alicia en el País de las Maravillas'", les comentó "Quimi".

Esa fue su lucha, que los jóvenes relajasen la excitación y se empaparan de Ciencia. Les apetecía cacharrear, formar enlaces covalentes a modo de conversaciones y ver si conseguían hacer que algo explotara.

La explicación antes de poder volcar cosas sólidas en líquidas se dilató. Tantos que algunos no pudieron evitar hacer un "multimix" de formas y colores en su sulfato de hierro; algo que, a posteriori, tendría consecuencias inesperadas.

Los que sí aguardaron, por fin pudieron introducir un poco de agua y los dos reactivos preparados para formar los cristales. Con todo, la paciencia se acababa a medio camino entre la gloria y la nada. "Hay que agitar así", explicaba "Quimi", haciendo justo lo opuesto que los barman de confianza de James Bond.

A uno no le gustaba y batía a su antojo, bajo la cintura y mirando hacia otro lado, con mucho estilo: "Oye, que te dijo que así no", le decía su profesor, bastante más involucrado que algunos jóvenes, completando incluso las frases que dejaba a medias la instructora.

De repente, comenzaron a verse los resultados. Del sulfato verdoso, surgieron los cristales anaranjados. "Parece musgo", comentaban por el fondo sur de la sala polivalente, donde se desarrollo la actividad.

A los apresurados e intrépidos que al principio no les apeteció esperar por la explicación, les acabó saliendo algo incluso más vistoso, una especie de estalagmitas que casi rozaban la tapa del tubo de ensayos. La Ciencia es para los intrépidos.