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Villaviciosa ya tiene quien le escriba

Miguel González Pereda, el primer cronista oficial

Miguel González Pereda. V. ALONSO

De aquellos años grises, de fronteras invisibles, oportunidades perdidas, puertas cerradas y sueños rotos o aplazados, surgió en Villaviciosa una generación cuyos miembros, cada uno por su camino y a su manera, suplieron carencias, superaron dificultades, se labraron un porvenir y un bienestar y alcanzaron metas -en algunos casos, triunfos- antes o después, fuera de toda previsión social y de todo cálculo biográfico.

Fueron años de ansiedades y frustraciones, sí; pero también de pequeñas conquistas, íntimas satisfacciones y grandes quimeras, que nos hicieron tener y mantener comunes, aunque diversos, proyectos existenciales, ilusiones compartidas, con desigual intensidad, y unos sentimientos de compañerismo y afecto que fraguaron amistades coincidentes y perdurables para siempre.

Y de esa época y de su peripecia, puede dar cuenta en primera persona -por experiencia individual, pleno conocimiento y unánimes sentimientos- Miguel González Pereda, primer cronista oficial de Villaviciosa y uno de los componentes de esa generación de los años cuarenta, nunca olvidada y nunca perdida.

Él supo cultivar el talento innato de su inteligencia, fomentar con el estudio sus múltiples curiosidades intelectuales y etnográficas, depurar con el ejercicio su escritura limpia y transparente, desarrollar, sin caer en el exceso de la gracia populista, su agudo ingenio natural y adquirir, por pertenencia y dedicación cotidiana, su compromiso inalterable con la Villa.

Su trayectoria existencial es, además, el testimonio continuado de un permanente afán de superación, sostenido en el tiempo desde una actividad ajena y desacorde, en un admirable equilibrio entre la enseñanza reglada y el libre autodidactismo, en su más pura expresión.

En puridad, Miguel Ángel González Pereda se hizo a si mismo, a pie de calle, y su mérito es el resultado de ese esfuerzo asumido como una vocación y un deber para con su pueblo, que ahora se le reconoce con un título que le honra y le enaltece como investigador, testigo y contador de su historia, ya sea ésta grande, pequeña, épica o corriente.

Con su advenimiento, la buena nueva es esta:

Villaviciosa ya tiene quien le escriba.

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