Ser mujer no es nada fácil, y ser mujer responsable y racional a los dieciséis es menos fácil aún. En el instituto había una convocatoria de huelga promovida por el Sindicato de Estudiantes y en la información al alumnado sobre las razones de la huelga, la muchacha descubrió que había una clara denuncia a la derecha, acusando a quienes defienden el "pin parental" como el intento de excluir de la educación cualquier actividad o iniciativa que denuncie la violencia machista y la cultura de la violación, o que defienda los derechos del colectivo LGTBI y de los cientos de miles de estudiantes de familias inmigrantes que sufren el racismo institucional y social. A ella le pareció demasiado. Conocía a personas de pensamiento asimilable a la derecha que nada tenían que ver con ese enrabietado discurso. Leyó todo el folleto y pensó que no estaba de acuerdo en muchas cosas, a pesar de su defensa a ultranza de la igualdad entre hombres y mujeres. Preguntó a su padre qué hacer y él le dijo que hiciese lo que quisiese. Le explicó el origen de la huelga como derecho de los trabajadores para defender sus derechos perjudicando al patrono. Le dijo que en el caso de los estudiantes no sabía a quién se perjudicaba. Ella le dio las gracias y le dijo que tenía la solución, que iría a clase portando un cartel: "Defiendo la igualdad formándome para asaltar ese mundo de hombres". Se puede ser mujer y libre a los dieciséis.