Hasta ayer, por decir algo, nuestra euforia de vida era enorme. Se comentaba cómo la esperanza de vida en años futuros superaría los cien, cómo se conseguiría dominar la enfermedad y cómo el hombre casi dios podría prácticamente todo. Big Bang, agujeros negros y demás avances avances sobre conocimiento del Universo explicaban el origen del ser y la vida. Pero algo tan diminuto que apenas es visible en el microscopio, tan simple que sólo lo forma un ácido nucleico y una proteína, llega y lo cambia todo. Nuestra vida montada en el bienestar, en el a ver quién hace más viajes y más lejos, en meter el mundo en nuestro bolsillo ha quedado encerrada en cuatro paredes. A partir de ahora nada va a ser igual. Adiós a políticas sociales, porque toda la política va a tener que serlo, adiós a blindar pensiones, porque nada se puede blindar. Hoy ha sido el Covid 19, ayer fue el del Mers, anteayer el del Sars, bichejos que saltan a nosotros desde animales y nos hacen ver nuestra propia pequeñez. Quienes disponemos del don de la fe ahora, que vemos cómo las personas mueren prácticamente sin nombradía siendo sólo puntos de curva, sin mano de familia que lleve la última caricia sólo sabemos rezar.
