Rodeando una preciosa casa asturiana, María Pérez González tiene en La Madrera un jardín único en la región. Un peculiar cactario que cuenta con más de 200 especies diferentes. Cuenta María que su amor por este tipo de plantas comenzó hace 23 años: "Mi afición por los cactus comenzó en 1997, cuando compré esta casa en La Madrera. Mi madre, Mari Paz, me regaló los dos primeros, una 'mammillaria elongata' y un 'echinocactus grusonii' que aún conservo", explica María sobre su jardín casi secreto en Villaviciosa. Un espacio de gran originalidad que Pérez ha podido mejorar en estos últimos meses por el tiempo de confinamiento.

La colección de esta enamorada de los cactus, en esta época en pleno esplendor, es una amplia muestra de plantas originarias del continente americano (los cactus) y algunas otras plantas suculentas cuyo origen es África. "Los aficionados y entendidos en cactus se sorprenden de que pueda haber una colección tan grande en este pueblo de Villaviciosa. Son plantas del desierto y aquí están a la intemperie invierno y verano. Aguantan humedad constante, lluvia, granizadas y hasta nevadas. Hay que recordar que estamos en Asturias y las condiciones climáticas son completamente diferentes a las del desierto", explica esta apasionada de la naturaleza.

María trata estas plantas con gran sabiduría. "Yo creo que el secreto para que prosperen tan bien está en la mezcla de tierra que preparo para macetas y jardineras, que hace que el riego humedezca sustrato y raíces pero sin retener el agua. También influye que están es un sitio resguardado de temporales, con orientación Sur, donde da mucho el sol", explica.

Lejos de lo que se puede creer, los cactus no se cuidan solos, matiza la maliayesa. "Los hay que mimar mucho, no puedes dejar que se encharquen ni que se sequen, tampoco que les salgan hierbas; algunos hay que ir girándolos para que no se tumben y vigilar que estén sanos, tratándolos con productos preventivos. Son delicados y requieren un cuidado diario", explica, entusiasta.

Los cactus tienen enemigos. "Son bastante sensibles a la humedad, y por esto son atacadas por hongos que resultan muy peligrosos. Otro enemigo tremendo es el parásito 'cochinilla algodonosa', que si no se detecta a tiempo es capaz de causar estragos, hay que prestar atención a las señales de las plantas", añade Pérez, que es maestra azabachera y presidenta de la Asociación de Azabache Jurásico de Villaviciosa: "El azabache es mi modo de vida y un reto personal, pero cuidar de mis cactus es también una actividad minuciosa que me desconecta del mundo, me aporta paz y conocimiento".