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Quirós se apaga con Solina

Muere a los 100 años la comerciante más longeva del concejo, testigo de los años de auge económico

Soledad García. ROBERTO F. OSORIO

Quirós pierde a la comerciante más longeva del municipio, que había cumplido el siglo el pasado 27 de junio. Regentó una tienda chigre durante treinta años en el pueblo de Ricao. Era, además, referencia y testigo de costumbres y tradiciones ancestrales que compartió con investigadores y estudiosos.

Soledad García nació en 1920, cuando el concejo contaba con una población de más seis mil habitantes. Quirós tenía minas de carbón, de hierro, ferrocarril minero y los pueblos llenos de niños y mayores. Toda la superficie posible estaba dedicada a la agricultura y la ganadería y en las brañas había tantos vaqueros que parecían pueblos.

Las localidades grandes tenían escuela. Ricao, la aldea natal de Soledad, "Solina" como la llamó siempre todo el mundo, llegó a tener dos, una de niños y otra de niñas, con cerca de dos centenares de niños en total en edad escolar. El pueblo estaba lleno de madreñeros y mineros, que también eran ganaderos y agricultores. Los molinos molían día y noche, la escanda y el maíz llenaban hórreos y paneras. Todos se ayudaban con las tareas, era muy necesaria la colaboración vecinal. Todo se prestaba y se compartía. Había en Quirós docenas de tiendas, chigres, estancos, una farmacia, un notario, ingenieros de minas, médicos y otros servicios.

Solina y su marido Juan abrieron una pequeña tienda de ultramarinos en Ricao. Un diminuto local que compartía espacio con cocina y dormitorio, separado por una cortina. Negocio y vivienda. Las casas llenas de vecinos y un trasiego constante de ganados por caminos y caleyas. El negocio fundado en el año 46 fue el embrión de una empresa que perdura en la actualidad con la fábrica de embutidos Casa Campollo. La tienda se mudó de ubicación y amplió espacio y horizontes.

Mercancías variopintas llenaban mostradores, estanterías y cajones. Allí, podías conseguir desde unas madreñas y unos clavos a quesos o vinos, pasando por botones. El aceite venia en bidones de 50 litros y el azúcar en sacos de cien kilos, el cliente traía una bolsa o una botella y llevaba lo que podía necesitar o lo que podía pagar. El café era una bebida de lujo, en muchas casas tenían un cuarto de kilo para todo el año, solo se usaba en las fiestas patronales. El vino, la leche y la harina del molino se transportaban dentro de pellejos de animales, se llamaban fuelles.

Tres décadas vendiendo y fiando alimentos y otras mercancías y atendiendo el único teléfono, publico, del pueblo. En 1985 llegó la esperada jubilación y la última tienda de Ricao cerró sus puertas. Treinta años sin horarios ni vacaciones, sin domingos ni festivos.

Solina entonces tuvo tiempo para viajar y para leer. Era una gran pasión que comenzó de niña en aquellas tardes de invierno cuando una vecina leía mientras las otras hacían labores de costura o arreglos. Esos libros y novelas que siempre acompañaban al siempre presente diario de LA NUEVA ESPAÑA que repasaba por las noches. Lo leía de cabo a rabo, salvo, quizás, los deportes, que no le interesaban tanto. Ya no salía de casa cuando llegó el coronavirus, pero estuvo atenta a su evolución, pues había conocido como una epidemia de tifus se había llevado a varios vecinos del pueblo, en los años cincuenta del siglo pasado. Ella misma había sufrido el mal, estuvo postrada en cama durante más de tres meses.

Se fue el pasado 16 de julio, con cien años cumplidos, viendo cómo cambió el mundo una barbaridad. Se crió sin agua corriente, ni luz, ni baño, con poca ropa y mal calzado, sin pasar hambre, pues tenían muchas tierras de siembra, con muchos trabajos y esfuerzos desde que pudo ir sola a cuidar ganados, con seis o siete años. Muchas noches durmiendo en brañas y pajares, largas caminatas con los animales o ayudando a su padre, madreñero, a buscar las maderas de xugos y madreñas. Fiestas debajo de hórreos o en cuadras, con pandereta y castañuelas, con un candil de carburo o de esquisto. Mascaradas en Antroxu o navidades y celebraciones religiosas ya perdidas. Tantas cosas que quedan en el recuerdo de los más mayores y que tenían sus raíces en varios siglos atrás. Nació en un mundo y murió en otro radicalmente distinto.

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