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"Si construyen la perrera, nos echan de casa", claman los vecinos de El Montico

Los afectados por el albergue canino comarcal piden otras alternativas: "Ya tenemos el 'culo de Asturias'; hay mucho sitio donde no vive nadie"

María Oliva Cuervo y José Romero, a la puerta de su casa, de la que aseguran que se tendrían que ir si se construyese la perrera en los terrenos colindantes. I. G.

¿Cuántos decibelios puede alcanzar el ladrido de más de dos mil perros? Esta es la pregunta que se hacen los vecinos de El Montico (Ambás), tras la iniciativa del Ayuntamiento de Carreño de construir en la zona lo que sería "la perrera de Asturias". Tienen la respuesta: ni lo quieren saber, ni lo quieren experimentar. "Hay mucho monte donde no vive nadie. No entiendo por qué tienen que venir aquí, que ya somos el culo de la región", afirma María Oliva Cuervo, que vive a trescientos metros del enclave elegido para la iniciativa de ámbito comarcal.

El bisabuelo de ella se instaló allí en 1830. Su abuela y su padre nacieron en esa casa. Ella también, y fue el lugar elegido para irse a vivir con su marido, José Romero, tras casarse, en 1974. "Si construyen la perrera, nos echan, ¿y a dónde nos vamos?", se pregunta a la puerta de su casa de paredes rojas y ventanas recién estrenadas. Al lado hay otra vivienda. Y enfrente está el resto del pueblo de El Montico. Les separa lo que fue su primer mal: la autopista.

Desde donde está María Oliva Cuervo, se puede oír, día y noche, el rugido de los coches. Recuerda que cuando era pequeña y aún no estaba construida la vía, su padre silbaba para "llamar" a su tío. Ambos mantenían conversaciones, a voces, en "el teléfono de entonces". Ahora sería impensable; el ruido lo cubre todo. Y como se dice en el lenguaje de los barcos, con la autopista ya estaban "tocados".

Después llegó Cogersa, o lo que ellos llaman "el culo de Asturias". El matrimonio puede contar desde su casa los camiones que cruzan a diario hacia el vertedero. Y a veces, cuando el viento sopla en su dirección, el olor que desprende se desvía hacia el interior de su hogar. Esa fue su segunda herida, que vino acompañada de dos rotondas "totalmente innecesarias".

La perrera sería la tercera. Con más de mil perros -calculan- ladrando a trescientos metros de su casa, no se ven capaces de continuar viviendo allí. Además, le expropiarían una de sus fincas, donde pastan las vacas "Daniela" y "Mariposa", el xato "Juanín", y los burros " Rocío" y "Rayito". "Esa 'masa arbórea' es lo que dicen que haría de pantalla del sonido", indica él, señalando varios castaños y robles. Son de hoja caduca. Es decir, que en invierno, sería inexistente. Mientras habla, en el terreno donde sería la perrera se oye ladrar a la perra "Canela" que está atada en la puerta de la casa. Parece que refuerza las palabras de su amo. Si se construyera, estarían hundidos.

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