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Una urbanización que es un “sueño” para los residentes, deseosos de que lleguen más vecinos

Tony Ábalo y Alejandra Cuadriello, ayer, en La Fresneda. | A. I.

Luis Menéndez con su perro, ayer, de paseo por la localidad. | A. I.

Una urbanización que es un “sueño” para los residentes, deseosos de que lleguen más vecinos

La Fresneda, por su parte, tiene estilo propio. Sus vecinos están encantados de haber desembarcado en la gran urbanización de Asturias, creada hace 32 años al modo de la forma de vida americana. “Es normal que aquí triunfe Halloween”, dicen los residentes, que destacan la cercanía de todos los servicios y de las grandes ciudades, junto al ambiente “tranquilo y natural, donde todos nos conocemos y nos llevamos bien”.

Lo cuenta Tony Ábalo, representante de una empresa de relojes, que lleva desde los 23 años en la urbanización. ”Desde que me independicé, estaba soltero y montaba fiestas”, bromea. Ahora lleva una vida en familia, una de las características de la población de La Fresneda, donde se valora mucho el entorno natural y la tranquilidad.

Ayer, sábado, en las calles, mucha gente de paseo con las mascotas, haciendo los recados o actividades cotidianas. Correa para sujetar al perro y bolsa del ultramarino cuelgan de las manos de Alberto Rodríguez. “Ante todo destacaría la tranquilidad y que no nos falta de nada. Nunca me arrepentiré de haberme mudado aquí”, explica, mientras pasea por el centro neurálgico de la localidad, la plaza, ahora vacía, con la hostelería cerrada.

Ese espacio es una de las claves de la vida social de La Fresneda, pero ni la única, ni quizá la principal. “Vivir aquí y no ser socio club de campo no tiene mucho sentido”, recalca Luis Menéndez, también paseando por la localidad a su perro, al que regaña por remover demasiada tierra del césped.

Él es otro orgulloso habitante de la urbanización, que “no vendería la casa ni por todo el oro del mundo, aquí estamos muy bien”.

Ese mensaje se repite una y otra vez. Ábalo, Rodríguez, Menéndez y también Rubén González, lo subrayan. Este último sale de la tienda con su mascarilla adornada con la enseña nacional, en dirección a su domicilio. Habla de comunión vecinal y, como al resto, le alegra que lleguen nuevos residentes, para que participen en ese “juego que se da entre niños y que hace que los padres se hagan amigos”. El sueño de La Fresneda, para sus habitantes, está muy vivo.

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