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La panera de El Carbayu ya tiene miniatura

Manuel Fernández prepara una reproducción de la construcción centenaria, que llevará a su Museo de la Romería

Arriba, Manuel Fernández, junto a la reproducción de la panera. En el círculo, José Antonio Coppen, en la construcción original. | A. I.

La panera de El Carbayu ya tiene miniatura

En una esquina del barrio de El Carbayu, en Lugones, se esconde una panera centenaria, que adorna el exterior de las caserías de Angelón de la Ponte y de Juacu Antonín. Prácticamente imposible de encontrar, excepto para los que ya saben dónde está. Entre ellos, el cronista José Antonio Coppen –que escruta cada centímetro de su territorio– y el presidente de la cofradía del Buen Suceso, Manuel Fernández, más conocido como “Manolito el Pegu”. Este último elabora una reproducción de la panera. Lo hace, en parte, animado por Coppen y también porque “con tanto confinamiento me aburría”. Será para su museo de la Romería, otra de las joyas de la localidad sierense.

A la entrada de su taller, Fernández espera la visita de Coppen. Da la mano izquierda, de la que le falta un dedo, que no le impide crear auténticas maravillas. Ya dentro de su centro de trabajo –y ocio–, relata que empezó a hacerla en agosto y que le dedica unas seis horas al día. “Paro para comer y ver la del oeste en la tele”, asevera.

La obra ya está bastante avanzada y no le falta lujo de detalle. Con sus antiguos grabados, de los que tanto habla Coppen, que ya escribió sobre la panera en su libro “Lugones, radiografía de mi pueblo”.

En esa publicación, como reitera durante el encuentro con Fernández, destacaba “la prolija y esmerada labor de talla, con inscripciones muy antiguas, algunas ya borradas o ilegibles”.

Desde 1968

Una pena, aunque la última visita del cronista al emplazamiento le sirvió para llevarse una alegría: “Tiene vida, hay panoyas colgadas a la puerta”. Entretanto, el presidente del Buen Suceso sigue mimando con detalle su nueva obra. Van ya muchas y a todas les tiene un gran cariño: “Tenemos de todo, llevo desde 1968 haciendo piezas para el museo y da la casualidad que la primera que hice fue un hórreo”, cuenta entrañable el veterano artista, de 82 años. La edad no le frena, aún tiene energías. “Desde marzo hice un arado y una sembradora. Va todo para la colección”, abunda.

Él no se marca plazos para concluir la reproducción, pero Coppen le ve a buen ritmo y le apura un poco: “Yo creo que esto para primavera lo tienes”, suelta de soslayo.

No le responde Fernández, distraído con las pequeñas tejas que adornarán el techo de su nueva creación. Coppen se despide y vuelve al trabajo en el interior del taller, todavía quedan unas horas para que el cocido esté sobre la mesa y en la tele los vaqueros del western empiecen a disparar.

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