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Candás llora a Joaquín González, figura clave del Encuentro durante medio siglo

El encargado de quitar el velo a la Virgen del Rosario el Domingo de Pascua falleció ayer, a los 74 años

Joaquín González. | LNE

Candás llora la pérdida de Joaquín González Muñiz, quien falleció ayer, a los 74 años. Su legado es imborrable. Con apenas 20 años se embarcó en la compleja y solemne tarea de quitar el velo a la virgen del Rosario cada domingo de Pascua, y así lo hizo durante 48 años hasta que, en 2014, le pasó el testigo a su hijo, Joaquín Alberto González. Su fallecimiento, por complicaciones en una neumonía al contraer el coronavirus, causó sentido dolor en la villa.

Y es que Joaquín González, además de haber sido durante casi medio siglo una pieza clave de la Semana Santa candasina, también se podría describir como una persona afable y bondadosa, correcta y amigable con todo aquel que se cruzaba en su camino.

El párroco de Candás, José Manuel García, le rendirá hoy, miércoles, un sentido homenaje desde el altar mayor de la iglesia de San Félix, donde está previsto que se celebre el funeral a partir de las cinco de la tarde. “Hay que agradecer la gran labor que este hombre ha hecho por la parroquia. Nos hacía vibrar de una manera especial, en un momento tan importante como el Domingo de Resurrección”, comentó. Todo candasín que se precie conocía a Joaquín González por su papel imprescindible cada domingo de Pascua.

Retirando el velo a la Virgen del Rosario en una pasada Semana Santa.

Él reconocía, antes de dejar el testigo a su hijo, que la noche previa al Encuentro apenas dormía por los nervios de si el desvelo saldría limpio y auguraba buenas noticias para los candasinos o, por contra, la tela se engancharía a la corona de la Virgen, lo que supondría un mal año para el pueblo. Para intentar que todo saliera a la perfección, seguía una escrupulosa rutina cada año. Vestido de traje impecable, bajaba caminando desde su casa hasta el muelle local antes de la procesión del Encuentro para velar a la Virgen del Rosario y procuraba no hablar con nadie por el camino para ir lo más concentrado posible. Luego, hacía lo propio una vez que el cortejo religioso se ponía en marcha hasta El Paseín, donde él tiraba de maestría para retirar el velo, en la mayoría de las ocasiones, sin que se enganchase.

Cada domingo de Resurrección suponía una marejada de nervios para quien consideraba una gran responsabilidad su tarea. Los candasinos siempre agradecieron su actuación, unos con palmas y otros en silencio por el momento de recogimiento.

Hoy, su despedida será de lo más emotiva. Dejó un legado digno de admiración en pro de la Semana Santa candasina. “Siempre estaremos en deuda con él”, añade el párroco, una reflexión que muchos vecinos de Candás comparten.

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