“Cuando a su mujer le preguntaban por él, siempre contestaba: ‘Ya sabes, estará con la querida’”. La “querida” era la madera, con la que fabricaba los muebles. El noreñense Manolo Cabeza, fallecido ayer, a los 77 años de edad, era, ante todo, un carpintero, pero no uno cualquiera. Fue quien transformó –siempre en compañía de sus seis hermanos menores– el pequeño taller de su padre en una fábrica de muebles en toda regla. Su carácter “noble” y “trabajador” le valió el cariño de toda la Villa Condal, en cuya historia contemporánea tiene reservado un lugar privilegiado no solo por la próspera factoría de mobiliario, sino por otras empresas, como los tres hoteles de la localidad.

Cuenta uno de sus hermanos, José María Cabeza, que fue el primero de los siete. Empezó estudiando en la Laboral, “era de la primera promoción”. Sin embargo, allí no había enseñanza en madera y acabó partiendo a Córdoba, “tras mucho insistir”. Además, en ese periodo, se proclamó campeón nacional y mundial en elaboración de muebles en sendos concursos. Lo tenía claro: quería ser carpintero como su bisabuelo, su abuelo y su padre antes.

Lo logró, pero no sin dar algún rodeo previo. “Primero dio cursos de Formación Profesional aquí y allá”. Pero llegó un día en el que se plantó, lo dejó todo y volvió al taller familiar. “Básicamente, vivía allí, se pasaba doce horas o incluso más”, recuerda emocionado su hermano.

Eso le tocó padecerlo, “aunque siempre llevándolo bien”, a su mujer, Josefina Antuña, quien “solía bromear con su dedicación”. De ahí que todos le recuerden como “un gran padre de familia”, pero también como una persona “muy dedicada y trabajadora”.

Asociado con sus hermanos menores, hizo crecer el taller. Primero yendo a una nave mediana y luego a otra más grande. “Ya era una fábrica de muebles en condiciones, con muchos trabajadores y repartos permanentes”.

Asumió como pudo la evolución del negocio, “se pasó de hacer tallas y muebles individualizados a fabricar en serie”, recuerdan sus allegados. Claro, “no se podía ir a una feria de coches modernos con un Seiscientos”, comentan.

Precisamente eran las ferias “su única salida”. Comenta José María Cabeza que “era eso o el taller”. Recorrieron España y, poco a poco, España fue yendo a Noreña. “Estaba viniendo gente a formarse en FP aquí y un día un vecino nos dijo: ‘A este pueblo le hace falta un hostal’”. Se les iluminó la bombilla y aprovecharon que algunos pisos de sus negocios inmobiliarios no acababan de venderse para crear el primero. Esa empresa fue a más, hasta que, hoy en día, ya son tres los negocios hoteleros que regenta la familia en la Villa.

Lo que no sigue es la fábrica, “se cerró por la crisis al poco de jubilarse Manolo, hace diez años”. Queda ahora el tierno recuerdo que transmiten sus familiares, haciendo hincapié en que luchó contra el párkinson y falleció “de manera muy digna y manteniendo una sonrisa en la cara hasta el último día”.