“Murieron muchos jóvenes sin ver gloria alguna, sin tener una mujer, una familia y una vida”. Estas palabras las pronunció el fallecido Manuel Pedroso la semana pasada durante la elaboración de un reportaje de LA NUEVA ESPAÑA sobre el libro de los Amigos del Camino de Santiago de Siero, del que era un miembro importante y muy querido. Pedroso, nacido en Cuba pero poleso de corazón y amante del recorrido del apóstol, falleció ayer, después de una vida de película, en la que luchó codo con codo con Fidel Castro en Sierra Maestra, durante la revolución, vivió en Miami y llegó cinco veces a Santiago, ya asentado en la capital de Siero.

Pedroso nació en Cidra, provincia de Matanzas, Cuba, en 1937, era jefe de obras civiles, una profesión que ejerció tanto en La Habana, como en Angola. Además, fue combatiente en la revolución cubana y era miembro de la Asociación de Combatientes de la República de Cuba.

Vivió en el Barrio de Mantilla, en La Habana, hasta el año 2000, cuando se trasladó con su mujer a Miami, estableciendo allí su domicilio. En la ciudad estadounidense trabajó en la construcción hasta el año 2004, momento en que trasladó su residencia a Mallorca.

En el año 2005, “cumpliendo con los deseos de su esposa”, puso rumbo a Asturias, estableciendo su domicilio en San Julián de Bimenes hasta 2008, para recalar finalmente en Pola de Siero, donde se asentó hasta la jornada de ayer, cuando falleció. Allí era el encargado de abrir y cerrar el albergue, regentándolo durante importantes partes del día, en las que acompañaba a los peregrinos, a los que prefería no contar historias de la revolución: “Eso quedó en el pasado”, comentaba la pasada semana a este periódico.

Pedroso formaba parte del colectivo de Amigos del Camino de Santiago de la zona, con los que completó hasta cinco variantes del recorrido a Compostela. “Era el señorío en estado puro; el que sale de dentro, el que tiene por único apellido la humildad y como única cuna el orgullo de ser uno mismo”, comentan los que compartieron con él recorridos hasta Santiago, que agradecen “que tuviera esa última aparición en el periódico como colofón a su vida”.