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Fernando Cifuentes, el rey de la fiesta

El acordeonista maliayés, de 78 años, amenizó bodas, recorrió Asturias con varias orquestas y tocó “Los Pajaritos” en un famoso restaurante de Brasil

Fernando Cifuentes, en Villaviciosa. | Vicente Alonso

Al maliayés Fernando Cifuentes Sánchez de 78 años, nada parece hacerle más feliz que tocar su acordeón. Una afición que lleva abrazando más de 60 años. Aprendió a tocar siendo casi un niño con las clases del maestro Juan José García Renedo, director de la Banda de Música de Villaviciosa

“Siempre me sentí atraído por el acordeón y sus armoniosas melodías. Su sonido es dulce, alegre, triste... puede transmitir todo tipo de sentimientos. Es el instrumento musical que más me gusta y el más completo, porque lleva melodía y acompañamiento”, destaca Cifuentes, que recuerda la ilusión que le hizo tener su primer acordeón con 17 años. “Lo compré en 1959 con el primer sueldo que gané trabajando. La pedí a Italia, era de la marca Scandalli, roja, preciosa, y cómo sonaba”, explica este apasionado de la música, hijo de uno de los mejores tamboriteros que tuvo la Villa, Sabino Cifuentes.

“Fernando, el acordeonista”, como siempre fue conocido, a los 19 años ya era integrante de la orquesta “Góndola”, con la que amenizó verbenas por todo concejo. Después formó parte de “Los Arcos”, “Bonanza”, y “Gran Canaria”, con las que recorrió toda Asturias, y de la orquesta “Cadixa”, con la que estuvo 24 años seguidos animando las bodas del restaurante Las Palmeras de Infiesto.

El acordeonista maliayés, en 1970, tocando en Amandi.

Siempre tuvo el apoyo de su esposa, Suni Vallín, con la que reconoce haber ganado dinero trabajando mucho, haciendo “dobletes” o como “telonero” de otros intérpretes. “En la época dorada de las orquestas, en los 70 y 80, podíamos tocar en dos sitios diferentes en la misma noche. Entonces trabajaba en Nestlé y había días que terminaba el turno , iba a tocar a un restaurante de bodas, continuaba en la romería de algún pueblo, y sin dormir volvía a la fábrica. Cuando eres joven puedes con todo”, dice. Recuerda numerosas anécdotas: “en Ujo, tras tocar en Nochevieja, había tal nevada que no encontré mi coche, tapado por la nieve. Tuve que volver a Villaviciosa en Alsa”. Más: “En una boda se pelaron los padres de los novios, se metieron con nosotros y tuvimos que escapar del escenario como pudimos”.

Atesora momentos inolvidables: “En Santo Domingo, en 1983, en la boda de la hija de Pepín Corripio tuve la suerte de tocar el pasodoble “La morena de mi copla” acompañado por el batería de la orquesta de Wilfrido Vargas, famosa a nivel mundial. No se me olvidará en la vida. Estando de vacaciones en Sao Paulo, en el famoso restaurante Terraco Italia, uno de los rascacielos más altos de Brasil, en una fiesta nocturna, cómo sabían de mi afición por el acordeón me invitaron a tocar ‘Los Pajaritos’ de María Jesús, que habré tocado cientos de veces”.

También toca el órgano electrónico, dice que el acordeón vuelve a estar de moda, y se alegra de que muchos jóvenes vuelvan a elegir este instrumento tan versátil, con el que ha interpretado vallenatos, cumbias, mariachis, tangos, merengues, rancheras, música popular asturiana y también música clásica. “Me gustan especialmente el pasodoble y el vals, pero las piezas que más me emocionan son la fantasía militar ‘El sitio de Zaragoza’, o clásicos como ‘La Traviata’ de Verdi, o la ‘Marcha Turca’ de Mozart”.

Sigue haciendo sonar cada día su preciado instrumento con la mirada de un niño, “para no olvidar la digitación de las melodías y porque el acordeón me hace feliz”. Colabora con la Agrupación Musical “La Guía” de Gijón. Toca desinteresadamente en la residencia Nuestra Señora del Portal de Villaviciosa varias veces al año y siempre en Navidad y Carnaval. “Me gusta mucho acompañar a los mayores y aportarles un poco de alegría”. Dice que seguirá tocando toda la vida su querido acordeón, con el que asegura haber hecho sentirse a miles de personas, los “reyes de la fiesta”.

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