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Videobudismo desde Siero

El expolicía Carlos Bardón reinventa su “templo espiritual” de Celles con clases online: “Los problemas son los mismos, el principal, los políticos”

Carlos Bardón, ayer, en su centro budista de Celles, en Siero. | A. I.

Carlos Bardón lleva más de tres décadas enseñando espiritualidad, principalmente budismo, tal y como acredita la frecuente presencia de lamas en su “templo espiritual”, ubicado en la colina más alta de Celles, en Siero. Los tiempos de pandemia le han obligado a cambiar las formas, pero, subraya, no el fondo. Ahora enseña mediante videoconferencias. Esto permite que sus clientes sigan recibiendo su dosis de espiritualidad, a pesar de los cierres perimetrales y los distanciamientos sociales. Lo que no ha cambiado, a su juicio, son los problemas. “El egoísmo, ese comportamiento basado en los instintos, en el ego, en el placer puntual, la envidia”, algo que identifica, sobre todo, con una diana: “Los problemas son los mismos, el principal, los políticos, el perfecto ejemplo de lo que digo”.

Rodeado de cabras, en un huerto y recibiendo la visita del panadero en su furgoneta a diario, este expolicía, que se dedicó durante años a desactivar explosivos, vive ahora muy tranquilo. “Aquí tenemos todo lo que necesitamos y casi no lo hemos notado” (el cambio de hábitos por la pandemia). Salvo porque prácticamente ya no recibe la visita de los usuarios habituales de sus sesiones: “No ha venido prácticamente ninguno, salvo unos pocos que, siempre que la norma lo permitiera y por normalidad, se acercaban”.

Sin embargo, el gusto de Bardón por grabar las cosas –también lo hace con la conversación con este periódico–, lleva a que el sistema online no tenga ningún misterio para él: “Ya estábamos mandando los vídeos de las sesiones a los usuarios que no podían venir, por compromisos personales y laborales o por vivir fuera de Asturias”. El único cambio, por tanto, es que ahora se hace “en directo”. En su opinión, este tipo de enseñanza, aprender la espiritualidad, es algo que ahora “la gente necesita mucho más”. Considera que estos tiempos están dominados por “la falta de autocontrol y autoconciencia”.

Aunque, “el egoísmo prima desde el principio de los siglos”, defiende que, el propósito del ser humano en la Tierra es “que aprendamos a manifestar el bien”. En esa lucha, “cada uno debe escoger su lado, integrarse en una sociedad”.

Aunque poco dado a hablar de cosas concretas, Bardón se atreve a repasar algunos temas de actualidad, basándose, en buena medida, en lo que ve por la televisión: “El separatismo es antiespiritual”, manifiesta. Ve la mentira como signo primero del mal y esta la detecta en gran medida en los gobernantes. “La mayoría son seres deseosos de poder, a los que no les importa el sufrimiento ajeno, las colas del hambre... Trabajan por su interés particular”, añade.

Ese es, a su juicio, un signo definitorio de la descompensación entre las personas que mantienen una espiritualidad y las que optan por el mal: “Una sociedad educada en autoconocerse, en controlar sus emociones y en el altruismo, elegiría otro tipo de gobierno”, vaticina.

La educación le interesa especialmente. Cita la Carta de los Derechos de los Niños. “Tienen derecho a vivir en una sociedad que les eduque en el desarrollo físico, social, mental, moral y espiritual”, subraya. A esto añade que, el principal objetivo es “vivir en paz y armonía”.

Por contra, aprecia que a los que intentan divulgar este tipo de enseñanzas budistas, hinduistas y asociadas a la neurociencia, son tachados de religiosos: “La espiritualidad es el fondo, el propósito. La religión es básicamente el seguimiento de un líder”, concluye Bardón, que vuelve a sus tareas colocando un techo a una cabaña de aperos, situada junto a las cabras.

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