El martes de “güevos pintos” comenzó a apagarse la luz de uno de los vendedores más fieles de la plaza de la Pola. Hay quien calcula que el más antiguo o de los que más. Un día después de la fiesta local Amador Molleda Canal fallecía a los 83 años, dejando un recuerdo imborrable entre sus clientes y entre todos los polesos que durante algo más de cinco décadas le vieron cumplir sin falta con su puesto de venta de productos de aldea.
Llegaba el primero, “antes de las siete de la mañana ya estaba descargando” dice su hijo, y si no recogía el último o de los últimos era porque muchos martes se le acababan las existencias bastante antes. Nunca le faltó una parrafada con la clientela, ni una sonrisa pícara o un comentario para animar la mañana. Tan conocida era su fidelidad a la cita de los martes en la Pola que muchos productores de las aldeas de Gijón y Siero que por edad o achaques habían dejado de ir a vender a la Pola recurrían a este vecino de la parroquia gijonesa de Baldornón para que siguiera ofreciendo sus productos de temporada en su puesto.
Así que ayer, el segundo martes de mercado sin la presencia del vendedor gijonés en la plaza, su familia consideró que se merecía una despedida oficial más acorde a la personalidad de Amador que la que la pandemia les permitió brindarle hace una semana. Uno de sus hijos, Faustino Molleda, y su nieta Manuela, llevaron hasta la la plaza, al mismo entorno que le correspondía por puesto a su padre -el número 4 de la era covid- un ramo de claveles rojos, una vela que dejó encendida y un “güevu pintu” con el retrato de Amador, además de su esquela que quedó puesta en un sitio bien visible.
Según iban pasando los minutos se fueron sumando otras velas y algunas flores depositadas por amigos y clientes de toda la vida -como Mari Luz, de Marcenao, o Pilar Domínguez-. También ellas querían rendirle homenaje. “Mucha gente se acercó a darme el pésame y fue emocionante. Si por mi fuera habríamos puesto en la esquela que la familia no recibe, y santas pascuas. Pero sé que mi padre le hubiera gustado una buena despedida. Él, que iba a todos los funerales, quería para sí una despedida a lo grande. Pero no pudimos dársela. Al menos así, hasta que la pandemia nos deje hacerle algo más bonito, me parece que cumplo con lo que se merecía y quería”, explica Faustino Molleda.
Dice su hijo que muchos de sus recuerdos están ligados a su padre en la Pola. “En realidad el puesto lo puso mi madre -fallecida hace años- para vender las cosas de güerta cuando mi padre venía al mercado de ganado. Durante años completábamos el martes comiendo todos en el bar Colón”, explica su hijo. Por eso será la de Amador una presencia que se echará en falta en todos los rincones de la Pola.