En las terrazas, casi llenas, todos se conocían por nombre y apellido. Saludos, choque de codos y mucha comida. Las Fiestas del Picadillo “más celebradas”, al menos por las ganas que había en Noreña, se cerraron ayer con un día de festivo local. Precisamente, al ser lunes, la jornada quedó “para la gente de aquí, la de la Villa”, comentaban los vecinos.

Fue un día para el recuerdo. El del saludo institucional de la vicealcaldesa Ana González, deseando salud y celebración. También de agradecimiento al pastelero Miguel Ferrero, de la pastelería Carpe Diem, que donó 500 bollos para el reparto.

La jornada empezó con el vermú. “Se echa de menos poder alargarlo. Coger y estar hasta de madrugada bailando con las orquestas y luego en El Retiro”, comentaba Ana Barrios, desde una terraza de la Plaza de la Cruz. Allí la música y el calor del sol asomando, daban brillo a la última jornada de las fiestas. Sonaba una reinterpretación del “Bella Ciao” a la asturiana, mientras dos hermanas, de idéntico vestido rojo y azul marino pegaban brincos por la zona. Por la misma en la que hubo alguna multas de la Guardia Civil, durante las anteriores jornadas, para los que optaron por permanecer con la mascarilla bajada.

Tras las abundantes comidas y una larga sobremesa, las fiestas del Picadillo quedaron vistas para sentencia, dejando a los cuerpos un año para reponerse para la próxima edición, “ojalá sin toque de queda”.