Son algo más de cinco kilómetros. Pero caminando, equivale a una hora de recorrido, a horas intempestivas, por caminos sin iluminar y en una zona donde la presencia de fauna salvaje es frecuente. Es la situación a la que tiene que enfrentarse cada mañana, bien temprano, Aitana García, alumna de segundo de ESO del Instituto de Trubia, si quiere acudir a clase.

Reside en la parroquia de Virxidel, en Teverga, y si quiere llegar a San Martín, donde arranca la ruta del bus escolar, debería hacer ese camino de unos cinco kilómetros a pie. Un problema que no existió durante la Primaria, pero con el que ya se encontraron el año pasado, en el primer curso de Aitana en Secundaria.

El año pasado la solución fue un taxi, que según la familia recibió de la Consejería de Educación 800 euros menos de lo presupuestado, gasto que finalmente cubrieron los padres. Este año el problema vuelve a repetirse y la joven ya se ha perdido una semana de clase, mientras espera respuesta. “Estoy perdiendo materia y se están incluso fechando exámenes. No sé cómo voy a poder recuperar luego esos conocimientos”, dice. La familia ha completado el procedimiento de facilitar tres presupuestos de transporte en taxi, enviados el día 9 y recepcionados en la Consejería el día 13 sin obtener respuesta. “Estamos desesperados. Esperan a que cedamos y la bajemos en coche, pero no podemos, tenemos que atender al ganado”. La explicación es que no hay ruta abierta, algo que no alcanzan a comprender: “En caso de que la Consejería diga que no tiene derecho, quiero que lo diga por escrito. No me vale que la ruta está cerrada. Es Educación Obligatoria”.