Quirós llora el fallecimiento de Florentino Álvarez, “Floro, el carnicero”, 87 años. Persona muy conocida en todos los pueblos del municipio, durante cuarenta y dos años regentó, junto a su mujer, Luisa, una carnicería en Bárzana.

Natural del pueblo de Muriellos, nació en el año 1934, en los años convulsos de la revolución minera y previos a la Guerra Civil, en una familia modesta con cuatro hermanos, dedicada a la agricultura y a la ganadería, en una parroquia con doscientos cincuenta habitantes.

Cuentan quienes le conocieron que siendo un crío, la madre de Floro, Carola, lo envió a la feria a vender un cordero. Le fijó un precio de venta, cumplió con el encargo y se llevó una gratificación, pequeña, pero lo suficiente para avivar el espíritu negociador que fluía por su sangre.

Comenzó a comprar corderos y cabritos por los pueblos cercanos y venderlos después en las ferias o a particulares. Pasó de ir a pie por los caminos entre los pueblos a comprar una bicicleta que le servía de primer medio de transporte para desplazarse a ferias y mercados. Luego, vino un motocarro y después varias furgonetas.

Ayudado por su mujer Luisa, instaló una carnicería en la capital quirosana que funcionó durante cuarenta y dos años. Vendía a empresas mineras, a particulares directamente o lo enviaba, a los pueblos, a través de la furgoneta de reparto de la panadería La Nueva.

Era conocido y reconocido en el concejo, todos los pueblos habían visto al fallecido comprando animales en más de una ocasión. Era además un vecino agradable, conversador y con buena memoria. Disfrutaba de su familia –su mujer, dos hijos y dos nietas– cuidando su pequeño rebaño de ovejas y era diestro en la talla de madera. Muchas veces trabajaba el tejo: un ejemplar de este árbol está delante de su casa en Bárzana.

Con Florentino Álvarez se va uno de los últimos comerciantes históricos del concejo.