En el arranque de la calle de la Cuesta, en Candás, María Teresa Álvarez leía ayer al mediodía un pasaje de su novela “La indiana”: “El viento les empuja, casi no llueve…”. Así, tal cual, se mantuvo el tiempo durante el recorrido por el que la escritora candasina guió a una veintena de socios del Ateneo Jovellanos de Gijón. Habían quedado en el cine Prendes y desde allí los condujo a través de los escenarios del libro y de sus propios recuerdos de infancia y juventud. Salieron hacia la Fuente Santarúa, se recrearon en los murales pintados en las proximidades de la antigua conservera Ortiz, contemplaron la peña Jurada y la peña de los Ángeles y ampliaron el itinerario hasta la ermita de San Antón.

Reflexionando sobre el destino de Marina, la protagonista de “La indiana”, María Teresa Álvarez hizo un alegato sobre la importancia de la formación. “La cultura es lo más importante”, dijo, evocando a su personaje, una niña inteligente y con ganas de estudiar, que tuvo que renunciar a la escuela para trabajar. María Teresa Álvarez, candasina como su heroína y gran conocedora de la historia local, contó que en su día la Cofradía de Pescadores de Candás quiso poner remedio al analfabetismo y se animó a contratar a un maestro para enseñar a leer a los niños por las tardes. La iniciativa era insuperable pero fue un fracaso, porque ninguna familia envió a sus hijos a clase. Unos pasos antes, ante la fachada del teatro de la villa, abandonado, María Teresa Álvarez se había lamentado de que un edificio tan interesante permanezca desocupado y en estado ruinoso.

La escritora, que salió de Candás para trazarse una notable carrera en el periodismo y en la literatura, intercaló los episodios de “La indiana” y sus propias vivencias. En los murales del Museo de Pintura al Aire Libre reconoció al cura que la bautizó y le dio la comunión, en la Fuente Santarúa recordó los días de baile y fiesta, ante la iglesia parroquial comentó que allí enfrente, en la Academia de Junquera, estudió el bachillerato.

La vicepresidenta del Ateneo Jovellanos, Isabel Moro, participó en la caminata. Contó que María Teresa Álvarez presentó “La indiana” en el Ateneo y también su continuación, “La hija de la indiana”, y que colabora a menudo con la institución. La inmensa mayoría de los participantes fueron mujeres, aunque también se unió algún varón. Fue el caso de Álvaro Domínguez-Gil, especialista en farmacia hospitalaria y jubilado, que no quiso dejar la oportunidad de “conocer in situ los lugares que aparecen en el libro” y que contó que, cuando era chaval, alguna vez estuvo de visita en la fábrica Albo.

La caminata resultó tan entretenida que se alargó más de lo previsto, hasta la ermita de San Antonio, adonde tras algunas dudas por lo empinado y lo embarrado del terreno, acabó todo el grupo, incluida la veterana, Julia de Esparta, que con 91 años llegó arriba tan fresca y dejando una recomendación vital: “No hay que hacer lo que se puede, hay que hacer lo que se quiere”. Para ella recitó unos pasajes de “La indiana”, la farmacéutica Mercedes Cepeda, que relevó a María Teresa Álvarez en la lectura. La protagonista de su relato creía que “el lugar más hermoso era la ladera de San Antonio”, por donde se paseaba recordando los inicios de sus amores. También es uno de los preferidos de su autora, que lo eligió para tomar la foto de grupo, en el mismo lugar en el que sus personajes se dieron el primer beso. “¡Eres una romántica!”, observó una de las participantes en la excursión. 

Pregón de Navidad

María Teresa Álvarez, muy involucrada en la vida cultural de su pueblo, coordina el pregón de Navidad que el 18 de diciembre, a las 19.30 horas en la iglesia parroquial, darán ocho niños que celebraron su primera comunión este mismo año.