El Museo de la Sidra del País Vasco, en la localidad guipuzcoana de Astigarraga, es mucho más humilde en cuanto a instalaciones que el de Nava y tiene un volumen de visitantes menor, aunque las distancias en este ámbito se han acortado mucho en los últimos años debido al desplome del equipamiento asturiano entre 2013 y 2014. En los ejercicios inmediatamente anteriores a la pandemia, y mientras el centro expositivo naveto atravesaba una crisis que le dejaba en mínimos históricos de visitas (13.000 en 2018 y 17.000 en 2019) y hasta en riesgo de cierre, el de la sagardoa (sidra en euskera) se apuntaba un incremento del 20 por ciento sobre una medias anual de alrededor de 12.000 usuarios. La clave de este buen comportamiento de la Sagardoetxea de Astigarraga estriba en su especialización en el denominado turismo de experiencias, a través de unos paquetes en los que la asistencia al museo se combina con otros alicientes del entorno, tanto paisajístico como gastronómicos o de ocio. Se trata de un modelo en el que también quiere trabajar Nava dentro de las ideas para el relanzamiento de su museo, proceso que ahora se pone en marcha y que contará con el respaldo de los fondos comunitarios del plan de reactivación Next Generation.

El paquete turístico que más éxito está teniendo en Astigarraga, con un treinta por ciento de incremento en el número de reservas en tan solo un año, es el denominado “La sidra y el mar”, aunque afectado ahora, como todo, por las restricciones a las que obliga la pandemia. Consiste en un paseo en barca vinculado a la tradición ballenera vasca, muy ligada a la sagardoa y a su expansión por el mundo, para concluir con una visita al museo y la degustación de un menú tradicional en una sidrería. El precio de toda la experiencia es de 46 euros por persona. También existe la posibilidad de limitar el paquete a una visita a la instalación museística, una cata guiada de sidra y una degustación gastronómica en una sidrería que, en condiciones normales, puede ser elegida por el propio visitante.

En 2019, también tuvo notable éxito el “sagarbike”, una ruta ciclista específica por el territorio sidrero de Astigarraga, con visita al museo, cata de sidra y degustación de dos pinchos tradicionales de la cocina vasca. Cuesta 30 euros por persona y hay una versión similar para el senderismo.

En este último caso, el recorrido propuesto es de 6,5 kilómetros e incluye ocho paradas para conocer la historia de los caseríos de la zona, la elaboración de sidra y varios puntos emblemáticos del Camino de Santiago.

Por cierto, de la íntima relación del museo de Astigarraga con su entorno da cuenta que el ocho de cada diez visitantes llegan tras haber estado en una sidrería o en un restaurante de la zona.

El museo de la sagardoa depende de un consorcio público privado integrado por el Ayuntamiento de Astigarraga, las asociaciones sectoriales de sidrerías y diversos colectivos culturales. Además, tiene convenios de colaboración con otros ayuntamientos cercanos, establecimientos de hostelería y alojamientos rurales. La visita se realiza a partir de tres zonas diferenciadas. Primero, la pumarada, centrada en mostrar el cultivo de la manzana. Luego, el espacio museístico, donde se muestra todo el proceso de elaboración de la sidra y se imparten numerosos talleres. Para terminar, la zona de catas.