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Rosalía Feijoo, la "galleguina" más querida de Pravia que gozó de una longevidad de récord: 109 años

“Allí fue feliz y estuvo cuidada como en ningún lugar”, dice Domingo Díaz de su madre, residente en el centro de mayores praviano recientemente fallecida

Rosalía Feijoo con su hijo Domingo y su bisnieta Lola, en la residencia de Pravia.

Tenía Rosalía Feijoo Rúa 109 años, que se dice muy pronto. Nació el 1 de noviembre de 1912, una fecha que se antoja muy lejana, en una época muy complicada políticamente en Europa a la par que floreciente en las artes, las letras y las ciencias. Por situarse un poco con algo que es familiar a todo el mundo, cuando ella nació hacía tan solo siete meses que se había hundido el legendario trasatlántico “Titanic”; quedaban un puñado de días para que asesinaran en la calle de un tiro al presidente José Canalejas en pleno reinado de Alfonso XIII (bisabuelo del actual rey Felipe VI); España libraba la guerra de Marruecos y faltaban apenas dos años para que se declarase la Primera Guerra Mundial tras la cual el orden europeo conocido por siglos hasta entonces saltó por los aires.

Poco o nada de esto llegaba en tiempo y forma a la entonces aislada aldea de Xinzo de Limia, en Orense, donde nació Rosalía, quien tras más de un siglo de vida “ejemplar, plena, tranquila, sana, feliz y ordenada”, en palabras de su único hijo Domingo Díaz, murió el pasado 23 de enero en la residencia de Pravia, su último y querido hogar.

Rosalía Feijoo rodeada de su familia: por la izquierda, Eladio Díaz (nieto), Domingo Díaz (hijo), Naima (bisnieta), Lola y Vera (bisnietas), Sara (nieta política) y Rober (nieto), en una foto hecha por Andrea (nieta política).

“Fue un lugar en el que mi madre fue feliz y estuvo atendida y cuidada como en ningún sitio, nos hubieran hecho falta tres sueldos y mucho tiempo y fuerza a mi mujer y a mi para atenderla la mitad de bien que lo hicieron en el centro praviano, al que estaré inmensamente agradecido”, recalca Domingo, residente en Las Vegas (Corvera), adonde se trasladó su madre junto a su padre Eladio tras jubilarse ella. Vivían puerta con puerta con su hijo. Fue el de ambos un matrimonio feliz y tardío: pese a lo habitual de la época, Rosalía se casó ya rondando los 40 años y solo tuvo un hijo.

“Trabajó muchísimo, en el campo fundamentalmente, como mi padre. También lo hizo en un telar”, explica Domingo, quien todavía de duelo no puede ocultar su satisfacción y tranquilidad por saber que su madre “no lo pasó mal, no sufrió” para morir. “Pese a ser de complexión delgada, más bien una mujer frágil físicamente, nada fuerte y tener algunas complicaciones de estómago, nunca tuvo nada grave. La pandemia de covid la afrontó como todo el mundo, en su habitación en la residencia, pero no llegó a infectarse”.

Era Rosalía la “galleguina” más querida de Pravia. Al centro llegó con 102 años, tras caer y romperse la cadera. Los cuidados que requería hicieron imposible a su hijo y a su nuera atenderla. “Pese a que mucha gente piensa que llevar a los mayores a una residencia es algo malo o feo, creo que nosotros fue lo mejor que hicimos porque allí recibió toda la atención necesaria”, describe convencido el hijo. “Muchos me decían que por qué no la trasladaba a Avilés o algún sitio más cercano a casa, pero es que allí yo la veía tan feliz y con el personal tan volcado con ella que no quise hacerlo, no me suponía nada acercarme a Pravia a verla siempre, casi a diario cuando pude. Mi agradecimiento a todos. Ya se lo dije a Graciela (Suárez), la directora. Cuando un lugar funciona tan bien algo tendrá que ver quién lo dirige. Ella lo hace muy bien”.

Se ha ganado por méritos propios la “galleguina” ser la residente más longeva en la historia de la residencia (que gestiona el Principado) de Pravia con sus 109 años, y a buen seguro que una de las más veteranas de Asturias. Un récord difícil de batir.

Rosalía Feijoo, en Pravia.

Rosalía Feijoo, en Pravia.

¿El secreto? Dice su hijo Domingo que es genética (sus hermanos han sido casi tan longevos), pero también se debe a una vida sana, ausente de vicios, de mala comida y de contaminación, lo contrario de hoy en día. Además, un carácter tranquilo, con arranques de genio dosificados y su amabilidad con todos fijo que han tenido mucho que ver en su larga existencia.

Fue de carácter alegre, lo que hizo ganarse al personal de la residencia y a sus compañeros. Alguna amiga la recuerda sentada a la puerta del centro, cantando y siempre con una palabra amable y una conversación grata e interesante. “Yo no voy a durar tanto, mi calidad de vida no ha sido la suya, pese a que ella trabajó mucho y sin parar, cuando se jubiló recuperó físicamente un montón”.

Más de 40 años, casi medio siglo tuvo Rosalía Feijoo Rúa para disfrutar de la vida tras una primera y larga etapa de duro trabajo desde niña. La única pena, quizás, ese bisnieto que llegó hace poco –tiene tres bisnietos más y dos nietos– y no pudo conocer.

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