Marcelino García Toral puede presumir de haber dejado huella como futbolista y entrenador en buena parte de la geografía española. Pero su mayor orgullo, tal y como confesó ayer, es el ser "un maliayu más, uno de los vuestros, nacido en el seno de una familia humilde de Careñes". Un bagaje con más peso que todo lo demás y que ayer le hizo recibir la distinción de hijo predilecto de Villaviciosa. Entre sus méritos está precisamente el haber llevado con ese orgullo el nombre de su tierra natal allá donde le ha llevado el destino futbolístico.
Formado en la cantera del Sporting de Gijón, jugó también en el Racing de Santander, el Levante y el Elche. Como entrenador debutó con el Lealtad de Villaviciosa, para pasar después por el Sporting, el Recreativo de Huelva, el Zaragoza, el Sevilla, el Valencia o el Villareal. Lugares en los que "dejó huella duradera", según indicó su amigo Manuel Tuero en el acto oficial celebrado a mediodía de ayer en el Teatro Riera de la Villa, inmersa en la celebración de las fiestas del Portal, que hoy llegan al "día grande".
Un periplo vital el de "Marce" que, sin excepción, pasa por Villaviciosa y por Careñes. "Siempre vengo porque aquí están mis raíces y aquí soy feliz", confesaba emocionado antes de dedicar unas sentidas palabras a su familia. "A mi padre Marcelino, ya fallecido, un hombre sencillo que encontró en el transporte de eucaliptos su modo de vida y que estaría orgulloso de este homenaje que hoy recibo, y a mi madre Raquel, un ángel de la guarda. Ellos me educaron en el respeto, en la necesidad de actuar siempre con rectitud, portándose con los demás como me gustaría que se portaran conmigo", subrayó emocionado y entre grandes aplausos del público.
De su infancia en Careñes recordó las tardes jugando al balón, las travesuras y los abuelos dedicados a la ganadería y al campo, antes de ser estudiante interno en el colegio de San Francisco, en el que ingresó con nueve años para completar un lustro de formación. "Fue duro al principio, pero fueron años vitales en los que aprendí los valores del compromiso y el respeto", reconoció el homenajeado.
Por esa vinculación con las raíces y todo lo aprendido para la vida, García Toral quiso dejar claro en varias ocasiones a lo largo de su intervención que "ser hijo predilecto es un galardón que presta y que acepto como una inmerecida distinción", con la promesa de "hacer honor a este título que me emociona y enorgullece".
A buen seguro que lo hará, como testimonió su buen amigo Manuel Tuero, porque "no lo hay más mariñán que Marcelino, buen estudiante en su infancia, buen jugador también de tenis, generoso, un poco terco, trabajador y alejado de la soberbia". En resumen, un "maliayu de pura cepa" que "manda oricios a los amigos de Huelva para hacerles ver que los frutos del Cantábrico son mejores que sus mariscos, y turrón de Valle, Ballina y Fernández para sus colegas de Alicante, con la misma intención", bromeó Tuero.
Villaviciosa puede presumir desde ayer de haber "hecho justicia ante una trayectoria ejemplar en el ámbito deportivo, pero también de amor por su tierra de origen", indicó el alcalde, Alejandro Vega, antes de agradecer a quienes impulsaron la propuesta. "A Manuel Busto, exalcalde y padre de otro deportista extraordinario que es hijo predilecto de Villaviciosa, Manuel Busto; al Club Deportivo Lealtad de Villaviciosa, que fue el equipo de los comienzos de Marcelino, y a todas las asociaciones y entidades que suscribieron y apoyaron la iniciativa", afirmó el regidor. En resumen, una feliz idea que da más lustre a la trayectoria de una figura del balón "orgullosa de ser de Villaviciosa".
