La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuando Entrellusa fue ballenero

Cristian Longo rememora la historia del que antaño fue en Carreño un puerto de gran actividad y al que llegaban capturas de cetáceos

Cristian Longo, con la zona del antiguo puerto detrás. | B. G.

Muchos conocieron la zona de la ciudad residencial de Perlora en su esplendor a mediados del siglo pasado. Algunos siguen acudiendo al entorno regularmente a pesar del mal estado actual. Cada vez son ya menos los que, con el paso de los años, conocen la historia del complejo que albergó el lugar. Y muy pocos los que probablemente saben de los detalles del pasado ballenero del puerto de Entrellusa, que fue el segundo más importante de España hace ochocientos años.

Esta historia y la de la zona pervive, no obstante, gracias a testimonios que han ido pasando de generación en generación y a documentación que también se ha conservado. El primer documento del que se tiene constancia es de 1232. En él se refleja el arrendamiento del puerto de Entrellusa a cambio de 20 maravedíes a dos vecinos de Avilés. La cesión en alquiler se hacía por parte del Monasterio de Arbás, ubicado al poco de coronar el puerto de Pajares y ya en la comunidad vecina, en León. Además de ese pago, se establecía asimismo un jugoso impuesto por cada captura que en ese puerto se llevara a cabo.

Ese Monasterio era el dueño de muchas zonas de Carreño y de Asturias tras las cesiones que le había hecho la Corona. Y fue el que empezó a explotar el puerto de lo que ahora es Entrellusa y que era utilizado por pescadores del entorno.

Uno de los que más conoce la historia de la zona es Cristian Longo. Doctor en Filología Hispánica, elaboró hace unos años el Diccionario Etimológico Marinero de los concejos de Carreño y Gozón, cuando también realizaba su labor profesional en el IES de Candás. Explica que el puerto se consolidó y fue un nicho de actividad durante la Edad Media y Moderna, llegando a ser un punto de referencia nacional en la arriesgada pesca ballenera: "Solían salir a pescar en traineras de siete marineros. Era una actividad muy arriesgada, murieron muchos saliendo a pescar. De la ballena se aprovechaba todo. Obtenías la carne, la grasa la fundían para hacer aceite, con los huesos se aprovechaba para hacer mobiliario o cercados para terrenos". Ese proceso era el que se realizaba una vez llegado a tierra con las capturas, que los pescadores lograban en una dura batalla contra el animal en el mar desde la trainera. "Llegaban a puerto con la ballena y subían arriba donde está ahora el puesto de salvamento y el chiringuito. Ahí la ‘destocinaban’, como se dice en asturiano. Tenían derecho a destocinarla los que la habían matado, y una parte de lo que se conseguía iba como impuesto al Monasterio", explica Longo.

Las particularidades geográficas de la zona invitan a pensar en lo idóneo del lugar para desarrollarse: "Era un puerto natural, está protegido por los dos salientes, no tiene mucho oleaje... El núcleo de la zona costera estaba establecido en Perán. Aquí hay prospecciones y restos rescatados de pequeñas construcciones que reflejaban que pudo haber un pequeño pueblo pescador".

Sin duda se trata de un capítulo fascinante de la historia del concejo y del entorno. Lo que ahora es un remanso de paz casi abandonado, años atrás fue un punto de gran actividad. Hay también vinculación con la historia del Cristo de Candás, señala, ya que fueron unos pescadores de ballenas los que encontraron la imagen durante una jornada de pesca y la llevaron a tierra según se cuenta.

Pero la zona todavía tiene mucho más que descubrir. Longo sitúa habitantes en el entorno ya siete u ocho mil años atrás. Concretamente, en la punta del Castiello. Esa peña que separa las playas de Carranques y de El Tranqueru, que separa Perlora y Xivares y por la que pasan dos túneles: uno de la FEVE y el otro de la concurrida Senda Norte. Lo que ahora es un lugar casi inaccesible por la maleza, en el Neolítico era una ubicación estratégica, afirma Longo. "En Peña Castiello hubo un Castro. El saliente conecta con el de Punta la Vaca en Luanco y con el de la Campa Torres en Gijón. ‘Cas’, la raíz de la palabra significa ‘aislado’. Se comunicaban entre los castros haciendo fuego. Coincide todo. Hay cerca tierras de labor, abajo en el mar hay conchero, que es donde se cogían los mejillones, y está protegido por el mar y por las propias tierras de labor, las que cruzarían para ir tierra adentro cuando había problemas en dirección a lo que ahora es Albandi", detalla. En la toponimia de los nombres de la zona residen otros indicios sobre otras épocas: "Carranques y Aviao son nombres prerrománicos".

También aportó sobre la zona en su obra el ilustrado candasín González de Posada que documenta, en el siglo XVIII, los restos de un castillo medieval en la zona.

Ningún legado queda ya de todo ello. Apenas se puede intuir la escalera de subida hacia tierra desde el puerto. Los documentos y la toponimia son lo que ayuda a construir la historia. Un relato apasionante que sigue escribiendo capítulos y en el que, probablemente, dentro de unos siglos habrá un capítulo que hable de una ciudad vacacional abandonada.

Compartir el artículo

stats