Los pastores de Peña Caranga (Proaza) denuncian que el oso ha acabado con los rebaños de cabras: "Hay superpoblación y son necesarios controles"

"Estamos desesperados", afirma Juan José Cajete, que se ha quedado sin un rebaño de más de doscientas cabezas de caprino

Juan José Cajete y Alejandro Viejo con tres de las cabras que les quedan.

Juan José Cajete y Alejandro Viejo con tres de las cabras que les quedan. / R. S. A.

S. A.

Ya no queda ni una cabra pastando en Peña Caranga, en Proaza. Los ganaderos de la zona denuncian haber perdido todas las reses de sus rebaños a cuenta de los ataques del oso en los últimos años. Juan José Cajete, de Villamejín, se ha quedado sin ninguna de las más de 200 cabras que tenía. A su vecino Alejandro Viejo le quedan un par de docenas de animales.

"Acabaron con todo y es una queja generalizada de los ganaderos con cabras y ovejas de Proaza, porque pasa en más sitios. Yo no quiero decir con esto que haya que exterminar al oso, pero hay una superpoblación en ese área y son necesarios controles", afirma Cajete.

Según comenta este ganadero, había entre cuatrocientas y quinientas cabras en Peña Caranga que han ido desapareciendo. "Tenía unos mastines que para los lobos me valían muy bien, pero cuando empezó el oso tuve que deshacerme de ellos porque no se atrevían a hacerle frente. Y así hasta que no me quedó ninguna cabra", detalla.

Peña Caranga desde la localidad de Villamejín (Proaza).

Peña Caranga desde la localidad de Villamejín (Proaza). / R. S. A.

Los ataques constantes, que han sido certificados por la Guardería de Medio Natural, tienen a los ganaderos hastiados y, al perder las reses, optan por no continuar con la actividad. "Las cabras están en desaparición y nosotros desesperados", señala Cajete. "Los osos se acostumbran a matar cabras y no paran hasta que no acaban con el rebaño, y eso juro que es así", añade.

De hecho, asegura que la pasada semana observó con los prismáticos "a cuatro osos devorando viva a una cabra. Y eso lo vio otro chaval con una afición tremenda, pero de nueve crías que tenía no le queda ninguna", advierte.

Cajete confía en que se pueda dar una solución para que la presencia de fauna salvaje y la actividad ganadera puedan ser compatibles. Teme que "cuando no haya cabras en el monte, bajen a los pueblos y coman las ovejas, que ya pasó, y después las vacas y los caballos".

El ganadero recuerda que antaño "subían quinientas cabras de Villamejín, otras cincuenta o sesenta de San Martín, doscientas iban al monte de Serandi, cientos más venían de Carangas y en Bandujo habría otras quinientas". "Espero y deseo poder volver a ver rebaños de cabras en Peña Caranga", concluye.