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Los últimos druidas

La paz sea con todos

Hace varios años que se dio la voz de alarma desde estos valles, otros y los de más allá, pero fue una voz estrangulada en Los Fundiles de Marabio que nadie la oye. Se veían entonces y ahora llegar menos golondrinas; cruzaban de largo los malvises sin hacer nido y sacar adelante una pollarada; pasaban los inviernos sin aquellas bandadas de avefrías que se reunían en el Praopalacio oyendo sus gemidos nocturnos; se quebraba el canto amoroso de los urogallos en los nueve cantaderos entre las hayas; las cítaras de los grillos se quedaban sin cuerdas y las truchas de pintas rojas (es decir la común y la nuestra de siempre), no se las veía a la sombra de los alisos. Las grandes nevadas son sólo un recuerdo y para mayor desgracia, cuando el sol tiene que dorar el heno para recogerlo en el verano, se le ocurre nevar por los altos con frío y ventisca. En tan solo medio siglo no puede propiciar la Madre Naturaleza un cambio tan hostil y contundente. Ha sido el hombre -envenenado por la codicia y la falta de principios- que todo lo destruye y ya ni respeta la vida ni la cuna donde lo mecieron. Aúllan, más que nunca, los lobos en Fonfría mientras que los lobbys de dos piernas guardan silencio y hacen su agosto. ¡Que la Paz verde sea con todos nosotros!

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