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Despacito y buena letra

La asomatognosia

Sobre la importancia de conocer y respetar el pasado para afrontar el futuro

De todos es sabido que las palabras nacen, crecen, algunas se mantienen o cambian de significado, y otras, por diferentes motivos, mueren. La mejor prueba de esto que estoy diciendo nos lo proporciona el mismo Diccionario de la Real Academia, que debe ser reelaborado cada cierto tiempo. La última edición, de 2014, contiene 93.111 vocablos, unas 8.160 palabras más que la anterior edición, de 2001. Un ejemplo evidente de lo que digo nos lo ofrece Alex Grijelmo con la palabra "azafata", que en el Diccionario de Autoridades de 1726 significaba: oficio de la Casa Real, que sirve una viuda noble, que guarda y tiene en su poder las alhajas y vestidos de la reina. Llamábase así por el "azafate" que lleva y tiene en las manos.

La palabra que titula este escrito puede que ni exista o que sea de uso muy exclusivo de una muy relevante élite intelectual. Yo la leí, por primera vez y única, en la Carta nº6 del libro "Cartas al Rey", de Emilio Romero, publicado en 1973, al evocar la respuesta que había dado don Laureano López Rodó al periodista, político, filósofo e ingeniero don Salvador Paniker cuando éste le preguntó cuál era la peor enfermedad que podía tener un político y don Laureano, sabio, versado, seguro y firme, dijo: "La asomatognosia", término desconocido para el propio periodista que, con la esperada honestidad intelectual replicó: "¿Qué enfermedad es esa?". Y el interpelado contestó: "El desconocimiento de la propia posición en el espacio" o, traduzco yo, desconocimiento de la realidad? Recuerdo que esta entrevista aparece en uno de los libros de más éxito de don Salvador Paniker -fallecido precisamente el pasado 1 de abril-, publicado en 1969 y que se titula "Conversaciones en Madrid".

Han pasado casi cincuenta años, cuarenta y ocho para ser más precisos, y uno sigue sorprendiéndose del desconocimiento geográfico y humano que tienen nuestros políticos, que a veces avanzan propuestas que van en contra del más elemental sentido común, pues querer mantener el presente y preparar el futuro sin conocimiento y respeto del pasado sólo nos lleva a la ruina, a la nada, y ejemplos de todo esto tenemos muchos en la vida española, donde nadie quiere remediar la catástrofe de las Humanidades, como si pudiera existir un pueblo sin historia y sin ideas, o cuando se propugnan o defienden propuestas tan ilógicas, tan fuera de lugar, como querer que Santiago de Compostela se integre en la red de ayuntamientos laicos, cuando la más elemental inteligencia reconoce lo que esta ciudad debe y depende del Apóstol, por mucho que les pese a algunos, y aun así llega a tal extremo su incoherencia que presupuestan actividades para el próximo Xacobeo.

Si esto ocurre a nivel nacional, otro tanto pasa a nivel local, donde se confunde el Cuera con el Sueve, a don Fermín de Pas, magistral de la catedral de Oviedo, con el Arcipreste de Hita, el pote con la fabada, y si esto ocurre a nivel de contenidos, qué no ocurrirá a nivel de conciencias, cuando ni el ancho de vía ni la genética son elementos suficientes para diferenciar a hombres y mujeres, pues todo depende de las circunstancias, hasta la misma verdad, la en otros tiempos buscada y añorada verdad. Y la pregunta resumen que me hago es si puede mantenerse una sociedad con estos parámetros, por muchas cámaras de vigilancia que nos cuiden...

Ahora que tanto se habla, a veces con fines torticeros, de memoria histórica, no viene mal reconocer las aportaciones que algunos estadistas, como este catedrático de Derecho Administrativo, han hecho a la sociedad española, la de los planes de desarrollo, la de la llamada década prodigiosa, y es que para don Laureano la política era, y transcribo: "el arte de resolver un problema sin crear otros mayores?". Bueno sería tomar nota y evitaríamos muchos de los problemas que hoy asolan a España, y es que se premia más al hombre mediocre, al hombre lavamanos, servil y sumiso, que al coherente, leal y decidido, y así se amontonan las dificultades que amenazan con engullirnos, que da pie a decir a algunos oteadores de la actualidad: falta nivel.

Si con cuatrocientas palabras se puede uno defender en un idioma, una palabra nueva puede sernos útil para radiografía de un problema, de una situación. Quizás sea necesario volver a memorizar cuáles son los ríos y comarcas principales de España, de Asturias, aunque sólo sea por ubicar la peste de la patata?

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