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José Julián Rodríguez Reguero

La feminización de Noreña

Sonofe, el Orfeón y la Banda están dirigidos por mujeres, que tienen además claro predominio entre la población mayor del concejo

La feminización de Noreña

Comentar que en Noreña hay más viudas que viudos produce cierta hilaridad, pero no causa sorpresa. A pesar de que, por su acceso precoz al mercado laboral desde la primera mitad del siglo pasado, la mujer siempre ha tenido un papel destacado en la vida económica de la villa, en los últimos años resulta evidente la paulatina feminización de la sociedad, la política y de la actividad económica del municipio.

Las tardes de tute y dominó dejan su sitio al parchís y a la lotería. La participación de mujeres en las diferentes actividades supera a la de los hombres. La Iglesia es un buen ejemplo. Sonofe, el Orfeón y la Banda están dirigidas por mujeres. Tenemos alcaldesa y vicealcaldesa. Además, el claro predominio de mujeres entre los mayores de 65 años hace que su contribución a la renta del municipio, a través de las pensiones, aumente progresivamente cada año.

Desconozco si este es un hecho singular o compartido con los países desarrollados, pero las cifras merecen prestarles atención y probablemente estudio. Veamos alguna.

Noreña inicia la Transición política con poco más de 4.000 habitantes y se mantiene estable hasta el inicio del siglo XXI. En las dos décadas recorridas, la población aumenta un 20 por ciento, alcanzando los 5.179 habitantes en 2019.

Primer dato llamativo, pero también esperado, es que los vecinos mayores de 75 años en 1981 (5 por ciento) se duplicaron en 40 años hasta el 10 por ciento, incluidos los años de la crisis financiera. Significativamente en este segmento de la población el desequilibrio entre mujeres y hombres se ha agudizado. Desde un predominio femenino del 4 por ciento en 1981 a duplicar las mujeres a los hombres a partir de los años 90.

Si se analizan los datos de la serie histórica disponible de Sadei (1986-2019) también se comprueba que la presencia femenina es dominante año a año, aunque en 1986 era del 12 por ciento y ahora ha descendido al 8 por ciento. Curiosamente sólo entre los más jóvenes la tendencia es inversa y los niños superan a las niñas.

En todas las sociedades de los países desarrollados la regla genética del 50 por ciento se quiebra a favor de la mujer. Incluso Amartya Sen, Nobel de Economía, habla de mujeres desaparecidas por el marcado descenso de la población femenina en los países en desarrollo que se ven afectados por problemas sanitarios o de planificación familiar.

El porqué de la diferencia a favor de las mujeres en los países de nuestro entorno está lejos de estar totalmente aclarado. En determinados momentos se atribuyó a los conflictos armados y luego a la mayor morbilidad de los varones por factores como el consumo de tabaco y alcohol.

Desconozco si esa es la única explicación válida para nosotros. También es posible que, la influencia del atractivo de una villa central, tranquila y de servicios para las personas mayores, esté contribuyendo al sesgo de las cifras.

De todas formas la magnitud del desequilibrio y su importancia social, económica e incluso política, merece un estudio profundo por parte de nuestros dirigentes.

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