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El renacer de la gaita

Es difícil condensar el perfil musical de quien ha de ser considerado uno de los padres que aportó a la gaita todo lo necesario para su entrada en la modernidad: creó escuelas, métodos de aprendizaje, innovó en su construcción, fundó agrupaciones de gaitas, la introdujo en nuevos contextos musicales, impulsó una nueva estética que la acercó a la juventud y divulgó su conocimiento sin reparos. Su entrada en 1977 en el grupo Camaretá –luego Nuberu– permitió exponer el inicio de esta nueva dimensión de la gaita ante públicos multitudinarios en España y fuera de ella, acompañada entonces de guitarras, bajos, sintetizadores o baterías. Esta nueva trayectoria, nacía de un sólido bagaje de enriquecimiento en el campo tradicional: acompañamiento de canción asturiana, de misas de gaita y en formación de pareja de gaita y tambor. Esta experiencia será seña de identidad en su música, que lejos de imitar la senda bretona, irlandesa o escocesa, mantuvo una entidad propia.

En su nueva carrera, inició un movimiento vanguardista que rompía con los tabúes que establecía el sector más conservador. Con Manolo, el instrumento no conoció barreras geográficas ni tampoco musicales. Fueron las limitaciones organológicas que encontraba mientras exploraba nuevas posibilidades para el instrumento las que le llevaron a convertirse en constructor de gaitas. Desarrolló nuevas tonalidades temperadas, incluso un modelo de digitación que definía posturas para la obtención de cromatismos y diferenciaba las séptimas menores y mayores. Completaría su hacer con la confección de flautas traveseras, tambores, panderos y otros instrumentos populares.

En 1978 sentaba precedente con sus lecciones de gaita en Avilés, formulando dos años más tarde un novedoso proyecto de taller-escuela donde transferir sus conocimientos de construcción. En este sentido, seguía de cerca los avances en Galicia y la Bretaña francesa, sin embargo, en Asturias nadie apoyó esta iniciativa. En tal fecha, había iniciado el que hubiera sido el primer método completo de gaita asturiana. Sin embargo, no lo fue, pues, aunque culminado en 1983, tardaría una década en ver la luz.

En 1984, preparaba con el maestro Baldomero Álvarez Céspedes la puesta en escena de la primera obra sinfónica para gaita asturiana. Hubo ensayos, pero la realidad de introducir el instrumento en el campo sinfónico tuvo que esperar hasta 1992 junto con los Virtuosos de Moscú y un año más tarde interpretando Fantasía Asturiana, en compañía de la Orquesta Sinfónica del Principado. En el campo lírico, la gaita de Manolo Quirós entrelazó sus notas junto a las destacadas voces de Alfredo Krauss, Montserrat Caballé y Joaquín Pixán, entre otros. Grabó ocho discos en solitario y más de una veintena de trabajos discográficos con otros artistas.

Su temprano fallecimiento no le permitió disfrutar de la doble nominación a los Premios Grammy Latinos del que sería su último trabajo, “Latidos de la tierra”. Atrás quedaban multitud de proyectos.

Sin embargo, Manolo Quirós ha pasado a la historia de la música asturiana como el gran trabajador de la gaita. Su experiencia e inquietudes, acompañada de una mentalidad visionaria y valiente, sin duda alguna habrían vuelto a revolucionar la música asturiana en estos últimos veinte años.

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