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Roberto F. Osorio

Quirós pierde a “Antón el panadero”

José Antonio Fernández Quirós, más conocido como “Antón, el panadero”, nos dejó con 94 años cumplidos el pasado día 2 de mayo. Muchos eran los atributos que teñía y derrochó en su larga vida. Persona alegre y risueña, con picardía, que no dudaba en entonar “un cantarín”. Trabajador, cercano y siempre dispuesto a echar una mano o hacer un favor. En 2018, recibió la Medalla de Oro del municipio y también fue Abuelo del Aramo.

Quirós pierde a “Antón el panadero”

Era muy conocido en el concejo, pero la participación en un vídeo musical en 2012 le llevó a una fama muy merecida y que siempre agradeció. Con aquella participación en la pieza del grupo de gaitas quirosano haciendo de abuelo se convirtió en un símbolo vivo de Quirós. El viernes 2 de noviembre de 2012 unas seis mil personas se reunieron, en la plaza del mercado de la capital quirosana, para disfrutar del concierto de Celtas Cortos. El grupo de gaitas El Teixo-Manolo Quirós se subió al escenario y con ellos Antón. Tomó la palabra, dio las gracias y repartió algún consejo a los asistentes. De repente, el público coreó su nombre “Antón, panadero”, a mí me impresionó mucho y el protagonista de los cánticos llegó al cenit de su gloria. No hay mejor homenaje de esta forma improvisada a una persona que va a ser inmortal en el recuerdo de todos los que lo conocimos.

La vida de Antón no fue fácil como no lo fue la de todos los de aquellas generaciones. El cuarto de siete hermanos, en una familia muy pobre, fue “criao” desde muy joven hasta en cuatro casas, pisó poco la escuela. Trabajó en una tejera, de serrador y fue minero (ocho años). Tuvo dos accidentes en la mina, en uno de ellos falleció su compañero Amador. Un vigilante le sentenció: “Antón, tienes la zigua, dexa la mina”. Siguió aquel consejo y el de sus hermanos, que ya regentaban una panadería, de alquiler en la capital quirosana desde 1953. Llegaron a trabajar en distintas etapas hasta seis hermanos: Jesús, Luis, Firme, Antón y sus hermanas Amelita y Pepina que se turnaban una semana cada una para ayudar. Después de varios cambios se quedó con su hermano Luis y las respectivas mujeres, Nieves y Rosa, al cargo de Panadería La Nueva.

Antón comentaba en una de las conversaciones que tuvimos que “amasábamos día y noche”. Miles de horas con las manos entre kilos de masa que esperaban el calor del horno de leña para obtener el delicioso, oloroso y sano pan de cada día. Esta fue su vida durante décadas. Muchos vecinos veteranos recuerdan el caballo blanco de Antón, “El Tordo”, que estuvo activo tres décadas. Llevaban el pan a lomos del animal hasta los pueblos sin carretera, si esta existía iban con un carro, después llegaron las furgonetas.

Los pueblos quirosanos estaban llenos de vecinos y de bocas hambrientas, de mineros, de serradores, de ganaderos. Antón recordaba cómo dejaban en las tiendas de los pueblos “banastos y sacos enteros de pan” y narraba peripecias entre la nieve para llevar sus productos. En una ocasión, como nevaba, “salí de noche con el caballo y cuatro sacos de pan para llevar hasta la tienda de Campollo y Solina, en Ricao. Deje el pan y bajé con unos lobos detrás del caballo”. La mayoría de los pueblos contaban con tienda- chigre y los panaderos dejaban sus productos en dichos comercios. Recuerdo claramente como Antón traía el pan en una “maniega” y empezaba a repartirlo en la tienda de mis abuelos, Solina y Juan. Después, tomaba allí su café y su copa de coñac cuando acababa de repartir. Traía y llevaba noticias, a veces exageradas o medio inventadas, para calmar a las clientas que protestaban o para eludir broncas por sus retrasos.

Fue uno de los galardonados con la Medalla de Oro del concejo que recibieron las panaderías históricas, el día 8 de diciembre de 2018, en reconocimiento de su trabajo, pero también del servicio público que realizaron. Portaban todo tipo de recados entre la capital y los pueblos. Antón recordaba como llevaban “esquelas, medicinas, cartas de enamorados, mercancías de las tiendas o del carnicero, hacíamos de taxistas y dábamos todo tipo de avisos”. Antón sentenciaba: “Lo pase muy mal y por eso hice tantos favores”. Los quirosanos agradecieron el buen servicio y el buen pan del que pudieron disfrutar durante décadas. Siempre se valora más lo que se perdió, muchos añoran el sabor de aquellos richis, patones, moroñuelos de pan dulce o las empanadas. Sabores y olores de antaño, recuerdos hoy.

Hizo pasar buenos momentos a muchos vecinos y se le recordará siempre así, con alegría y buen humor. La historia de Quirós ya cuenta con otro insigne más en su nómina de hombres ilustres. Gracias por todo Antón, panadero.

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