La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Julián Rodríguez Reguero

Pedro Alonso, el indiano al que la Villa Condal no debe olvidar

Sobre la destacada trayectoria de una figura que con el paso del tiempo pierde brillo y a la que muchos noreñenses no reconocen en su pedestal

“El olvido que seremos”.

Héctor Abad Faciolince.

La enfermedad. Pedro Alonso regresa como triunfador de Cuba en el año 1907, con 51 años, y despliega una intensa actividad económica, social y política en la villa. Consigue la Alcaldía en 1916 en dura disputa (tribunales por medio) con Justo Rodríguez, figura carismática entre los conservadores noreñenses. Rápidamente los primeros síntomas de una enfermedad le obligan a abandonar el cargo en el primer año de mandato. Su salud continuó deteriorándose y, asesorado por su compañero de militancia en el Partido Reformista, el prestigioso médico Alfredo Martínez, se traslada a Madrid donde le diagnostican cáncer de pulmón y le aconsejan no volver a Asturias para mitigar los dolores producidos por el frío. Buscó el alivio en Málaga, pero el tumor continuó en progresión. Regresó a Noreña donde falleció el 7 de mayo de 1921 a los 65 años.

Manuel Rionda (New York). La muerte prematura de Pedro trastoca sus planes en el momento en que su cuñado estaba al frente de sus proyectos para la villa que tanto prestigio estaban dando a los Rionda entre los vecinos.

“Nada de estatuas pequeñas en los jardines de la escuela. Un escultor relevante hará una obra transcendente para el centro del pueblo. Yo, me quedo con el nombre de la Plaza del Quiosco. Luego ya veremos.”

Capilla funeraria de Pedro Alonso, abandonada, en el cementerio de Noreña. | José Luis Fernández

“Eso sí, tengo que recuperar los bienes que poseía. Menos mal que Ramona le convenció para rehacer el testamento y darnos tiempo a defender nuestros intereses en Noreña y en Cuba”.

El entorno próximo. En aquellos años la esperanza de vida al nacer apenas alcanzaba los 40 años para los 2.200 vecinos de Noreña. Vivían en casas sin agua corriente y el tifus, la difteria, el tétanos y la tuberculosis hacían muy difícil llegar a los vecinos a adultos. Menos del 50 por ciento de los varones sabía leer y la cifra era todavía inferior entre las mujeres.

Después de sortear los peligros de las infecciones había que escoger un barco para ir a África el mismo año del Desastre de Anual en Marruecos o para seguir los pasos de los Rionda-Alonso en América, donde ya no nos quedaba nada desde 1898.

Hizo en la Villa Condal una apuesta clara en favor de la educación y de la lucha contra la pobreza y la enfermedad

decoration

El entorno lejano. En aquellos años los españoles no éramos la excepción. La sonriente Europa de principios del siglo XX, magistralmente descrita por Stefan Zweig, sufría las secuelas de La Gran Guerra rematada por la terrible gripe española del 18. El hambre causaba estragos por doquier. Hablamos del mismo año que en Ucrania, incluida ya en la Unión Soviética, murieron millones de personas por las malas cosechas. Los desplazamientos de los grupos humanos con la redistribución de fronteras causaron verdaderas calamidades como la aniquilación sufrida por los armenios en Turquía.

La estatua. Hay que volver al inicio. La excelente obra de Benlliure es lo que sobrevive después de cinco generaciones.

Conviene recordar que en esas adversas condiciones locales e internacionales, un indiano nacido en Argüelles, hizo en Noreña una apuesta arriesgada y clara en favor de la educación y de la lucha contra la enfermedad y la pobreza de la villa, que años más tarde la situaría en la línea de salida para la industrialización y el acceso a la enseñanza superior.

Con el paso del tiempo su figura pierde brillo y son muchos los noreñenses que, desafortunadamente, no lo reconocen en su pedestal.

Por esos destacados intangibles las campanas tenían que haber tañido en su honor el viernes 7 de mayo de 2021. Incomprensiblemente, no fue posible.

El olvido que seremos.

Compartir el artículo

stats