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José Julián Rodríguez Reguero

Desequilibrio demográfico

El aumento de la población y la esperanza de vida en el concejo de Noreña, en contraposición con los municipios en riesgo de desaparecer

El intenso y progresivo desequilibrio en la ocupación del territorio ha llevado a la demografía muy cerca de la pandemia en nuestras preocupaciones. Con una tendencia universal a vivir en grandes núcleos de población y abandonar el lugar de nacimiento, España se vacía y Asturias, concentrada en su área central, está vaciada y abandonada en el resto de su territorio.

De todas formas los análisis coyunturales siempre tienen varias ópticas. Noreña, el concejo asturiano más pequeño, ha hecho valer su situación privilegiada y ha duplicado su densidad de población en los últimos setenta años. O, dicho de otra forma, ha doblado el número de sus habitantes, que han visto aumentar, en la mitad de tiempo, diez años, sus expectativas de vida al nacer. Una sencilla multiplicación nos hablaría de los miles de años de vida ganados en poco tiempo en un territorio tan pequeño. Por supuesto que este razonamiento es extensible a los 10 concejos de la zona central en continuo crecimiento.

Desequilibrio demográfico José Julián Rodríguez Reguero

¿Cuánto vale un año de vida ganada? ¿Tiene valor?

Recientemente escuché a una responsable de un programa de investigación del cáncer afirmar, como hecho histórico, la confirmación de que un fármaco en el que se habían invertido millones de dólares prolongaría la vida de los pacientes afectados 14 meses. Por tanto, resulta difícil y costoso arañar años de vida.

¿Y si lo contemplamos desde otro ángulo?

Sesenta y ocho de los 78 concejos asturianos están desangrándose, y alguno a mayor velocidad, en el mismo período de tiempo. Ni siquiera los años de crecimiento de las expectativas de vida llegan a compensar las masivas salidas de sus habitantes.

En esta situación resulta llamativo escuchar a los políticos responsables de los concejos centrales hablar de la búsqueda de la felicidad como objetivo principal para sus vecinos. Mientras que los dirigentes que lo tienen realmente difícil en los pueblos abandonados se conforman con que la vida humana regrese al territorio para no desaparecer.

Hablan, en voz baja, de que su felicidad puede esperar. Es más, aceptarían que primero se ocuparan de la felicidad del resto de los seres vivos que los acosan, con tal de que a ellos les dejaran un hueco para sobrevivir en casa.

Me temo que la suerte está echada y que la respuesta será, exclusivamente, más área metropolitana.

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