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José Julián Rodríguez Reguero

Más sobre las divergencias demográficas

Los casos de los municipios de Noreña y Ponga, una misma realidad con distinto perfil

Asturias vivió con optimismo los años finales de la década de los setenta del siglo pasado. Por fin daba sus primeros pasos en libertad tras el final de la dictadura y la vida se iba abriendo paso de forma progresiva. En 1981 alcanza su mejor registro censal con 1.129.556 habitantes en el paraíso.

Desde entonces ha iniciado un lento y continuo descenso poblacional que le ha llevado a perder 110.000 vecinos, nada menos que 10 de cada 100, en solo cuarenta años. Además, en algunos concejos la sangría llegó en estos años al 95 por ciento de su población, con una seria advertencia de desaparición. Lo peor es que la hemorragia no tiene visos de ser controlada.

Sin embargo, esta realidad no tiene el mismo perfil cuando se observa desde Noreña o desde Ponga, origen del catedrático de Hacienda Pública Carlos Monasterio. En la zona central, el paisaje puede verse distorsionado y parece que no suficientemente ponderado, a pesar de las insistentes llamadas de alarma de un reducido grupo de especialistas como el economista Jesús Arango que, en sus “Notas demográficas 2020”, proporciona un fiel retrato de la dramática realidad.

En esta partida, el centro sale claramente beneficiado por el acusado efecto centrípeto sobre la población asturiana en la segunda mitad del siglo XX. Los concejos de las alas están pagando las consecuencias. Los datos son escalofriantes.

Así, por ejemplo, Noreña conserva un porcentaje de jóvenes menores de 20 años que multiplica por seis los de Ponga, mientras que la proporción entre mayores de 65 años y menores de 16 pasa de 1,4 aquí a 2,2 en la media de Asturias y a 8,3 en los concejos mas despoblados.

Paralelamente al envejecimiento, en las sociedades desarrolladas se va produciendo una feminización de estas. En Noreña, de forma similar al resto de Asturias, sólo el 91 por ciento de los habitantes son varones. Sin embargo, en Ponga los varones representan hasta el 143 por ciento del censo, aunque paradójicamente son más longevos.

Resulta destacable que una sociedad que lucha por conseguir dos meses de supervivencia con costosos tratamientos en determinadas enfermedades, permanezca inerte para salvaguardar tantos años de vida de su población.

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