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Los "Moscones de Oro", el sueño de una noche de verano

Memoria de los galardones de Grado en la cercanía de su trigésima edición

Próximo el treinta aniversario de la creación de los "Moscones de Oro", seguramente por ser testigo directo de sus comienzos, me sugieren desde el colectivo rememorar las circunstancias que dieron origen a estos premios. Es la historia de la labor colectiva de un grupo de personas que tuvieron la idea y, sobre todo, que supieron desarrollarla hasta alcanzar el incuestionable éxito actual.

Todo empezó un día del mes de julio de 1993. Como tantas veces, junto a Plácido Fernández, nos trasladamos a Gijón para asistir a una de las frecuentes reuniones de la directiva de Bartolomé de las Casas, una asociación dedicada a fomentar la amistad y la solidaridad con el pueblo cubano. Una vez concluida, por parte de un grupo decidimos prorrogarla y, en torno a unas sidras, continuamos comentando y analizando de una forma más desenfadada lo acontecido en el encuentro al que acabábamos de asistir. En este ambiente distendido surgió la idea. Mi tío Pepe Villabella la dejó caer: "¿Por qué, aprovechando que viene a recoger el premio Príncipe de Asturias de los Deportes, no le hacéis en Grao un homenaje a Javier Sotomayor?" Parecía un lance más de la tertulia, aparentemente sin más transcendencia. Fue en el viaje de vuelta cuando la empezamos a madurar. Aunque en principio su viabilidad parecía difícil, sin duda, el optimismo y el creciente entusiasmo mostrado por Plácido Fernández. fue determinante para que, una vez llegados a la villa moscona, prolongáramos durante un buen rato la conversación y, ya bien entrada la noche, decidiéramos intentar llevarla a cabo.

Mereció la pena. Además de la importancia que en el futuro tendrían para Grado los "Moscones de Oro" es bien sabido que, principalmente debido a la emigración de numerosos habitantes de la comarca hacia la isla caribeña a finales del siglo XIX y principio del XX, los vínculos que nos unen con Cuba son notorios y estábamos convencidos que este homenaje los haría aún mucho más estrechos.

Como suele ocurrir, la inexperiencia, la incertidumbre originada por lo desconocido y, en definitiva, la iniciación de cualquier actividad con cierta complejidad conlleva dificultades. Sin embargo, hubo una buena acogida de la idea por parte de nuestro círculo más cercano, especialmente la de José Antonio Álvarez, "Toni", presidente de la Asociación Amigos de Grado. El colectivo había estado dedicado hasta entonces a la lucha contra la droga. Ante el cambio de objetivos y la incompatibilidad con su cargo de concejal, al año siguiente Álvarez promovió la elección de una nueva junta directiva en la que me vi honrado con la presidencia.

La generosa actitud del presidente, implicado en todo momento en el proyecto, y el apoyo incondicional de José Peláez, representante de la Asociación Bartolomé de las Casas, que gestionó la visita a Grado de Javier Sotomayor, allanaron el camino hacia la meta deseada. A medida que se perfilaba el homenaje al atleta cubano iban surgiendo innovaciones y añadidos al propósito inicial de hacerle un simple agasajo. Ante la ausencia en Grado de un mecanismo que sirviera para reconocer los méritos merecedores de un premio y para mostrar el agradecimiento de nuestro concejo a sus posibles benefactores, se consideró la necesidad de entregar dos galardones todos los años, uno con categoría nacional y otro circunscrito al ámbito local. Y para denominarlos nada mejor que con el gentilicio del que tan orgullosos nos sentimos: se llamarían "Moscones de Oro".

En aquella primera edición, además del saltador cubano, fue distinguido Valentín Andrés Álvarez, consejero entonces de Radio Televisión Española, persona muy influyente en ambientes políticos y mediáticos e hijo del insigne economista moscón de su mismo nombre. Por otra parte, "el príncipe de las alturas" –así se conocía a Javier Sotomayor– gozaba de una enorme popularidad. Recogía el Príncipe de Asturias y estaba considerado el mejor de la historia en salto de altura.​ Entre otras proezas logró un título olímpico, dos campeonatos mundiales, cuatro en pista cubierta y tres títulos panamericanos. Su primera plusmarca la había conseguido con tan solo dieciséis años.

Con estos antecedentes no es extraño que la jornada vivida en Grado el 28 de noviembre de 1993, fecha fijada para la primera entrega de los "Moscones de Oro", fuese memorable. Ya en la visita previa a la ceremonia que autoridades y homenajeados realizaron a las instalaciones deportivas de la villa, las muestras de cariño y admiración de los moscones, principalmente a Sotomayor, fueron constantes. La crónica de Francisco L. Jiménez en LA NUEVA ESPAÑA reflejó un curioso hecho que evidencia la expectación despertada. "Durante la estancia de las autoridades en el polideportivo sucedió una de las anécdotas de la jornada, cuando los árbitros del partido de baloncesto, que se disputaba en esos momentos, decidieron parar unos minutos el encuentro porque tanto el público como los propios jugadores estaban más atentos a la visita de Sotomayor que al desarrollo del juego. En todo momento se vio que el medallista olímpico tiene un don especial para meterse a la gente en el bolsillo", subrayaba Jiménez en su excelente trabajo periodístico.

Esta gran acogida por parte de un entusiasmado y numeroso público, mayoritariamente de jóvenes, como se preveía, solo fue el aperitivo de lo que estaba por llegar. Tras el recorrido por el pueblo, la comitiva se encaminó al Ayuntamiento donde, homenajeados y personalidades, junto al presidente de la Asociación Amigos de Grado, fueron recibidos por el Alcalde y varios concejales. A esta recepción también asistieron el presidente de la Junta General del Principado, el secretario de Estado para el Deporte, el embajador de Cuba en España, el vicepresidente del Instituto Nacional Cubano del Deporte, varios diputados y un grupo de alcaldes de la zona a los que previamente les habíamos visitado en sus respectivos ayuntamientos para invitarlos y así, con su asistencia, intentar dar a los actos un carácter comarcal.

La ceremonia de la entrega de estos recién creados "Moscones de Oro" celebrada en la Capilla de los Dolores resultó muy brillante y la gran afluencia de público, que superó ampliamente su aforo, dio al acto un marcado carácter popular. Con las distintas intervenciones las situaciones emotivas fueron sucediéndose en el transcurso del evento. Hay que destacar el fraternal abrazo que protagonizaron los homenajeados tras recibir sus distinciones, simbolizando el nexo de las dos culturas que representaban. La actuación del ochote Principado, con sus habaneras y tonadas asturianas, corroboro esta unión.

"Los grandes logros requieren buenos principios". Este axioma podría perfectamente aplicarse a los "Moscones de Oro". Aquella inolvidable jornada vivida en Grao fue la base para la consecución de este ilusionante proyecto, que vino llenar el vacío que significa, como ocurría hasta entonces, carecer de un símbolo con el que tributar el agradecimiento de nuestro pueblo a sus benefactores.

Quiero felicitar y agradecer, al igual que con toda seguridad lo hará el pueblo de Grado, por su eficiencia y constancia, a Toni y Plácido, pertenecientes desde el inicio a la Asociación Amigos de Grado, al resto de los directivos actuales y del pasado, a todas las personas que, a lo largo de estos años, colaboraron con ellos para hacer realidad el sueño que tuvimos aquella noche del verano de 1993. Y también con un emocionado recuerdo para Javier Prada, Claudio Menéndez de la Riera y Manolo Tarralva que, aunque ausentes, siempre estarán en nuestros corazones.

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